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Actualizado: 19 de junio de 2025


Ella no te preguntará por . Dile que trabajo como antes, que buscaré una mujer de bien con quien casarme; que, como hijo del pueblo, me río de su aristocracia estúpida, y que me alegraría de que todos los aristócratas y chupadores juntos no tuvieran más que un solo pescuezo para ahorcarlos a todos de una vez».

Abominaban de la impiedad de las masas, de todas las realidades de la vida vulgar; se decían católicos, anarquistas y aristócratas al mismo tiempo; no pensaban gran cosa en la religión, pero hablaban, con los ojos en blanco, de la dulzura del pecado monstruoso y de la voluptuosidad del arrepentimiento, seguido de la reincidencia.

Y para desengrasarse de tanto lirismo, de tanta Historia comprimida, repetían las frases ingeniosas del patriarcal Orense, los chistes del marqués de Albaida, ¡un marqués que estaba con ellos, con los viñadores y los gañanes, acostumbrados a respetar con cierto temor supersticioso, como seres nacidos en otro planeta, a los aristócratas poseedores del suelo andaluz!...

La juventud rusa, todos aquellos aristócratas que tenían grados en la Guardia Imperial o altos puestos en la administración, hablaban con entusiasmo de la hermosa española y envidiaban a Selivestroff. El conde recordaba con melancolía la soledad de su castillo, guardadora de tantos recuerdos amorosos.

Esas niñas que van rezumándose con los papás detrás de ellas; esos jóvenes que marchan ciñendo la orilla de los coches vuelta hacia ellos la cabeza y quitándose el sombrero cada cuatro pasos, sin conocer a nadie, sólo para que las damas pedestres los admiren y veneren; esos aristócratas que pasean en carruaje y se miran y se remiran sin cesar como si no se conociesen, aunque se están mirando desde que nacieron y se seguirán mirando hasta la hora de la muerte... Dime, ¿no causa grima a cualquiera?

Para el señor Manolo, estaba España dividida en catorce Estados, porque así lo habían dispuesto los correligionarios por medio de solemnes y libérrimos pactos. El era ciudadano de Castilla la Nueva; pero quería vivir en paz y fraternidad con los extranjeros de los otros Estados españoles, así fuesen aristócratas, como del «cuarto estado».

Nosotros los plebeyos no podemos darnos el gusto de tener extravagancias como ustedes los aristócratas. ¡Adiós! Ya se enfadó D.ª Feliciana. ¡Buena tonta sería en enfadarme por una simpleza como ésa! Me parece que ya debía estar acostumbrada á sus ocurrencias. Nosce te ipsum, D.ª Feliciana. Usted está enfadada y no lo conoce. Meta usted la mano en el pecho y se hará cargo...

Aquellas dos grandes figuras de aristócratas renegados como él, le sedujeron por completo; mas el peluquín del uno y la casaca del otro le venían grandes, y al querer amalgamar en mismo aquellas dos personalidades, rompiendo los lazos morales como el primero, y seduciendo a las multitudes como el segundo, resultó tan sólo un bribón infatuado.

Acaso no hay un país donde la aristocracia sea tan inofensiva, en lo general, como en España. Los nobles hacen mucha ostentación de sus blasones, pero eso es todo lo que tienen de aristócratas. Mis dos amables y cumplidos amigos franceses debían volverse a Cádiz para ir á visitar algunas ciudades de Portugal. Yo tenia que volver á Madrid y atravesar la Vieja Castilla y el país vascongado.

Palabra del Dia

lanterna

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