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Si Sepúlveda, que era el maestro del rey Felipe, defendía en sus «Conclusiones»el derecho de la corona a repartir como siervos, y a dar muerte a los indios, porque no eran cristianos, a Sepúlveda le decía que no tenían culpa de estar sin la cristiandad los que no sabían que hubiera Cristo, ni conocían las lenguas en que de Cristo se hablaba, ni tenían más noticia de Cristo que la que les habían llevado los arcabuces.

Ruje de los arcabuces la detonación siniestra y ante sus fuegos los indios de vacilación dan muestra; más, prestos, cual si escuchasen amenazadora arenga, con nuevo aliento sacuden la momentánea tibieza, y los que detrás combaten cierran sin temor las brechas en que rompe el plomo hirviente las avanzadas hileras, y no cede de los indios la pertinaz resistencia, y van pasando las horas, y aquella humana barrera si cien veces viene al suelo otras cien se alza más recia.

En casa de Venialvo se juntaron Con cotas, arcabuces, morriones: A la gente plebeya convocaron, Con sus fingidas causas y razones. Su maldito designo confirmaron, Vencidos de livianas pretensiones, Su muger al de Leiva le decia, Que su pescuezo

Apenas dijo estas últimas palabras Sancho, cuando volvió a sonar la música de las chirimías y se volvieron a disparar infinitos arcabuces, y don Quijote se colgó del cuello de Sancho, dándole mil besos en la frente y en las mejillas.

Sospéchase de cierto, pues no vienen Los indios al rescate acostumbrado, Que guerra concertada alguna tienen, Y el falso Yamandú la habrá forjado: Pues ya seguro estoy, por cierto, suenen Muy pocos arcabuces, que el soldado Desnudo, desarmado y desembrido, Cansado de remar, est

Y como sobre este punto no estuviese de acuerdo Teletusa, la ninfa gaditana no quería callarse y asentir con su silencio, sino que tomaba la palabra y decía de esta manera: No he de negar yo lo muy ingeniosas que son las invenciones de nuestra edad: el empleo de la pólvora, en arcabuces, bombardas, culebrinas y falconetes; la brújula y la imprenta; los instrumentos del famoso estrellero y geómetra portugués Pedro Núñez, y el hallazgo y la observación de nuevos astros en el cielo, y en la tierra de nuevos continentes, islas y mares.

Finalmente, las cornetas, los cuernos, las bocinas, los clarines, las trompetas, los tambores, la artillería, los arcabuces, y, sobre todo, el temeroso ruido de los carros, formaban todos juntos un son tan confuso y tan horrendo, que fue menester que don Quijote se valiese de todo su corazón para sufrirle; pero el de Sancho vino a tierra, y dio con él desmayado en las faldas de la duquesa, la cual le recibió en ellas, y a gran priesa mandó que le echasen agua en el rostro.

Asì como llegaron, los paganos En dos alas en torno se pusieron, Desmayaron de miedo los cristianos, Cuando en medio los indios los cogieron. Con los indios vinieron á las manos, Que de los arcabuces no pudieron Aprovecharse, cosa que la mecha Y pòlvora que llevan, no aprovecha.

Don Quijote, que vio tan malparado a Sancho, arremetió al que le había dado, con la lanza sobre mano, pero fueron tantos los que se pusieron en medio, que no fue posible vengarle; antes, viendo que llovía sobre él un nublado de piedras, y que le amenazaban mil encaradas ballestas y no menos cantidad de arcabuces, volvió las riendas a Rocinante, y a todo lo que su galope pudo, se salió de entre ellos, encomendándose de todo corazón a Dios, que de aquel peligro le librase, temiendo a cada paso no le entrase alguna bala por las espaldas y le saliese al pecho; y a cada punto recogía el aliento, por ver si le faltaba.

Este huyó después de la derrota de su ejército, cuyo número no bajaba de 2.000 hombres, cayendo en poder de los españoles ocho cañones de bronce, 27 de pequeño calibre, 100 arcabuces é infinidad de armas blancas. No contento con ésto, Corcuera mandó ahorcar 72 moros, quemar infinidad de pueblos y destruir cuantas embarcaciones apresaron.