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En cuanto alcanzaban los ojos veíamos leguas y leguas de campos sin verdor, recién arados con el mayor esmero, en donde iban á sembrarse los gérmenes de la cosecha de 1878; ¡pero ni un árbol, ni una vivienda, ni un chorro de agua, ni la más leve ondulación en el terreno!.....

Por fin, una mañana salieron los arados; pero nada menos parecido al ruido de la vendimia que el triste y silencioso monólogo del labriego conduciendo los bueyes de labor y el gesto sempiterno del sembrador distribuyendo el grano en la tierra roturada. Trembles era una hermosa propiedad, de la cual Domingo sacaba una buena parte de su fortuna y que le hacía rico.

Explotaban hasta sus necesidades más imperiosas. Antes, al arar la tierra, por cada diez arados había un hombre suplente, que ocupaba el sitio del que se retiraba un momento para librarse de los residuos del gazpacho.

Ningún ruido de fuera llegaba hasta allí; Hullin, después de tantas escenas tumultuosas, quedose sobrecogido por aquel profundo silencio, y miraba gavillas de paja amontonadas entre las vigas de la troje hasta cerca del techo, los rastrillos, los arados, los carros, que se perdían en la sombra de los cobertizos, con un sentimiento de paz y bienestar indefinibles.

Su distribución y repartimiento del tiempo es el siguiente: Al rayar el alba se desayunan, y juntamente tocan ciertos instrumentos de su música, semejantes á las flautas, hasta que se seca el rocío, de que se guardan como nocivo á la salud; de aquí van á trabajar, cultivando la tierra con palos de madera, tan dura, que suple la carestía de arados ó azadones de acero; trabajan hasta el medio día, y entonces se vuelven á comer.

Y torno a decir que si vuestra señoría no me quisiere dar la ínsula por tonto, yo sabré no dárseme nada por discreto; y yo he oído decir que detrás de la cruz está el diablo, y que no es oro todo lo que reluce, y que de entre los bueyes, arados y coyundas sacaron al labrador Wamba para ser rey de España, y de entre los brocados, pasatiempos y riquezas sacaron a Rodrigo para ser comido de culebras, si es que las trovas de los romances antiguos no mienten.

Y es que, en efecto, dentro de este pequeño barranco, de algunos metros de ancho, la vegetación es muy variada; una multitud de plantas de origen y altitud diversos se encuentra aquí reunida, mientras que en los campos vecinos la uniformidad del terreno cultivado deja germinar apenas, además de la simiente arrojada por el campesino, hasta cuatro ó cinco «malas hierbas», trivial adorno de los campos arados.

Es una gran alegría hallarse así en la naturaleza virgen, sólo á algunos pasos de los campos arados en surcos paralelos y sentirse obligado á trazarse un camino por entre las piedras y la maleza, no lejos del honesto burgués que se pasea plácidamente contemplando sus cosechas.

Los anamitas se pasean, callados, a paso igual y triste, con las manos en los bolsillos de la blusa azul. Trabajan. Parecen plateros finos en todo lo que hacen, en la madera, en el nácar, en la armería, en los tejidos, en las pinturas, en los bordados, en los arados. No aran con caballo ni con buey, sino con búfalo. La tela de los vestidos la pintan a mano.

El sol chispeaba en la mica de las peñas, en la reja de los arados, en el agua del río, fingiendo como un chubasco de luz, a lo lejos, sobre las sierras de Villatoro. Todo parecía impregnado de claridad y de matutino frescor, hasta el tañer de las campanas, el sonido de los yunques, y el cantar de los tejedores y caldereros en el morisco arrabal de Santiago.