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Actualizado: 5 de junio de 2025
Fue un día que llovía... en el ómnibus... Estuvo enferma un mes; pero el médico dijo en seguida que no podía hacerse nada porque estaba cansada de haber trabajado demasiado. ¿En qué trabajaba tu madre? Era costurera para las tiendas. Cosía todo el día, y hasta por la noche. Yo quería trabajar para ayudarla, pero ella no quería. Decía siempre: Tienes que ir a la escuela para aprender. ¿Y tu padre?
De todos modos, soy bien miserable al deciros tales cosas; siempre hay tiempo para aprender. ¿Por qué me lo decís? preguntó Juana, que durante aquel extraño discurso había recobrado alguna calma. ¿Acaso lo sé yo? dijo la señora de Hermany . ¡Ah! ¡gracias a Dios ya llueve!
Hizo ademán de coger la palmatoria. Después se tapó la cara con la mano. «Yo te digo estas cosas porque son la verdad, y te pego con la verdad para que la lección escueza. Así, así es como aprendes. Bonita enseñanza, ¿verdad? Cierto que duele y hace sangre; pero padecer y aprender son sinónimos. Por tu bien es.
Llevado de esta idea, ha hecho aprender latín al muchacho, y en el día le ha dado un maestro de francés, porque dice que en sabiendo francés ya se sabe todo lo que hay que saber; y que él conoce a no pocos sabios de campanillas en esta tierra que no saben otra cosa.
Era listillo y valiente; y en cuanto llegó el balandro de Inglaterra, por recomendación de Leto se encargó de hacer en él los mismos servicios que en el bote. Si Cornias estaba entusiasmado con aquel barco tan hermoso, el inglés estaba chocho con Cornias, por su tipo, por su afabilidad y por su inteligencia para aprender las maniobras.
¿Es la luna? preguntó en inglés señalando una leve mancha láctea a ras del horizonte. Tal vez respondió Fernando en el mismo idioma . Pero no... Creo que la luna sale más tarde. Y tras este cambio breve de palabras, que recordaba los diálogos incoherentes de un método para aprender lenguas, los dos se vieron súbitamente aproximados.
Su maestro venerado, el rector del seminario, al verle entregado con ardor al estudio de las matemáticas, de la física, de la filosofía, le había dado la voz de alerta. ¿Por qué estudiar tanto? ¿A qué conducía, en último resultado, la ciencia? Lo necesario para salvarse se podía aprender bien en un día, en una hora, en un minuto. Lo importante no es saber, sino orar y trabajar.
¡Basta de romances! exclamó de improviso Santorcaz, asustándonos a todos con su interrupción . Eso es cosa de chiquillos, y no de hombres formales. ¿No sabe usted más que eso? Sé muchos más dijo tímidamente el joven . Don Paco me ha enseñado muchos, y me los hace aprender de memoria para que los diga en las tertulias. ¿Y nada más le ha enseñado a usted ese Sr.
Podemos aprender cosas que no se nos enseñan; pero nada podriamos aprender si al primitivo desarrollo de nuestro espíritu no hubiese presidido la enseñanza. Hay en nuestro espíritu muchas ideas que no son sensaciones ni pueden haber dimanado de ellas, es verdad; pero tambien lo es que un hombre que careciese de todos los sentidos, nada pensaria por faltarle á su espíritu la causa excitante.
Metidos en paz, yo les dije que quería aprender virtud resueltamente, e ir con mis buenos pensamientos adelante, y así que me pusiesen a la escuela; pues sin leer ni escribir no se podía hacer nada. Parecióles bien lo que yo decía, aunque lo gruñeron un rato entre los dos.
Palabra del Dia
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