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Pero el haber visto muchos libros no hace mas sabios á los hombres, sino haberlos leido con método, y tener juicio para conocer y discernir lo bueno que hay en ellos, de lo malo. No saben estos mas, que los niños, á quien se hace aprender de memoria una serie de cosas, que la dicen sin saber lo que contiene, ni para qué aprovecha.

La diferencia que hay entre las voces antiguas y antiquadas la hemos puesto en otra parte. Faltan tambien á la regla universal de bien hablar los que quieren enseñar una lengua desconocida con las mismas palabras de ella, que son las que se van á aprender; porque si todavía se ignora su significado, es explicar una cosa obscura por otra que lo es tanto.

Julî tenía que aprender á rezar, leer los libritos que distribuyen los frailes y trabajar hasta que pague los doscientos cincuenta pesos.

¡Tiña, á cuéntame del otro mundo, que de éste no tengo ya que aprender...; y si Patuca sabe mucho, yo más que él. Yo lo que veo es que con un papeluco emborronao nos quiso tapar la boca. Miá cómo no estipuló el tanto más cuanto de la cosa, mano á mano como se debía.

Ella designaba el nombre que había de recibir en la pila bautismal cada villalegrino que naciese; ella decretaba, después de estudiar aptitudes, capacidades y recursos, el oficio que cada cual había de aprender y ejercer, y ella escogía marido para cuantas niñas casaderas vivían en el pueblo y pertenecían a familias merecedoras por algún título de su atención y cuidado.

Se indica un medio para adelantar en la filosofía de la historia. Preciso es leer las historias, y á falta de otras, debe uno atenerse á las que existen; sin embargo yo me inclino á que este estudio no basta para aprender la filosofía de la historia. Hay otro mas á propósito, y que hecho con discernimiento, es de un efecto seguro: el estudio inmediato de los monumentos de la época.

El hijuelo colocado sobre el corazón de la madre, empápase lentamente en su vida, permaneciendo mucho tiempo á su lado y en la edad á propósito para aprender; todo esto es debido á la bondad del padre que no rechaza al inocente rival. Y ahí está el progreso. Si hemos de dar crédito á ciertas tradiciones, el progreso no quedó limitado á esto.

Al caso, pues, he dicho; y el caso, sin más rodeos, es éste: hay dos modos... dos principales, entiéndelo bien, de colarse por las puertas del mundo: el uno de sopetón, y el otro por sus pasos contados. Yo soy partidario de este modo, y hasta le considero de necesidad, como el conocer letra a letra el silabario para aprender a leer de corrido y como se debe. ¿Estás ? Pues bueno.

Advirtiendo el indiscreto estupor con que yo contemplaba la habilidad del maestro, verdadero arquitecto de las cabezas, Doña Flora se rió mucho, y me dijo que en vez de pensar en ir a la escuadra, debía quedarme con ella para ser su paje; añadió que debía aprender a peinarla, y que con el oficio de maestro peluquero podía ganarme la vida y ser un verdadero personaje.

Es preciso confesar que me hallo en muy buena escuela para aprender á desdeñar los bienes que he perdido.