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Actualizado: 9 de junio de 2025
Luego me explicó que se llamaba Oliverio D'Orsel, que había venido de París porque razones de familia le trajeron a Ormessón en donde acabaría los estudios, que vivía en la calle de los Carmelitas con su tío y dos primas y que a pocas leguas de la ciudad poseía una propiedad de la cual le venía el apellido D'Orsel. Vaya añadió, tenemos ya una clase en tiempo pasado.
Por fin la dobló cuidadosamente, y después de haberla metido dentro de un sobre grande, la dirigió a una persona de vulgar apellido, residente en la República del Pánuco. Se disponía a lacrarla y sellarla, cuando se dibujó en su rostro una expresión de sorpresa y de miedo.
Lo que más íntimamente unía a las tres personas era el afecto por Rafael, aquel pequeño que había de ilustrar el apellido de Brull, realizando las ilusiones del abuelo y el padre. Era un muchacho tranquilo y melancólico, cuya dulzura parecía molestar a la rígida doña Bernarda. Siempre pegado a sus faldas. Al levantar los ojos, encontraba fija en ella la mirada del pequeño.
Kimble era esencialmente un apellido de doctor, así es que era difícil imaginar en esta triste realidad que el Kimble actual no tenía hijo, y que, por lo tanto, su clientela podría ser transmitida un día a un sucesor que llevara el incongruente apellido de Taylor o de Johnson. Pero, en tal caso, los vecinos más razonables de Raveloe llamarían al doctor Blick de Flitton, lo que sería más natural.
Paz, paz, entran diciendo con voz alta, El nombre Don Antonio, y apellido Invocan, que no hizo alguna falta A su negocio: luego el afligido Y triste pueblo, viendo como falta La fuerza, á su diccion quedó rendido. Un mancebo murió, que resistia: Machado lo causó, bien se decia.
La cosa fué, ¿sabe usted?, que su padre no podía ver a mi familia. ¿Qué habrá sido de Perico? ¿Se llama Perico? Sí, Perico Caramanzana. ¡Y qué bien le iba el nombre! Tenía la cara fresca, coloradina y alegre, como una manzana. ¿Por eso le decían Caramanzana? Es su verdadero apellido. El padre se llamaba Apolonio Caramanzana. Le habrá oído usted mentar. ¡Ah!, era el mejor zapatero de España.
Yo no soy orgullosa, yo no creo que mi apellido se desdore porque mi esposo trate a unos artistas; al contrario; si yo fuera hombre haría lo mismo. ¿No se casó la famosa Tiplona con un caballero de aquí? ¿Verdad, tío, que no nos ha parecido mal saber que Bonis trata a los cómicos mucho, muchísimo? Lo supimos por la señorita de Körner, ¿verdad, tío? Y yo hasta me puse hueca. Para que veas.
Y si las hubiera sería en defensa de derechos positivos, de intereses materiales, no de un apellido, no del nombre de un ídolo. La prueba de esto mismo es bien fácil de encontrar.
Con tal motivo recordamos allí nosotros las muchas familias españolas que tienen apellido irlandés, como descendientes de emigrados de aquella isla establecidos en nuestro suelo, y algunos de cuyos individuos figuran noblemente en la historia de España.
Pero dirá el lector: ¿quién es José Campal? ¿Son éstos el nombre y el apellido del espléndido Marqués que costeó la obra, ó los de algún insigne arquitecto, émulo de la gloria de los Brunelleschi y Miguel Ángel? Ni lo uno ni lo otro.
Palabra del Dia
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