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Actualizado: 6 de junio de 2025


El virrey no lo tomó a enojo, y mandó escribir debajo: Para dar gusto a antojos he mandado hasta España por anteojos. Respuesta que tranquilizó los ánimos, pues vieron los vecinos que su empeño estaba sujeto a la decisión del rey. Avilés consagraba gran parte de su tiempo a las prácticas religiosas. El pueblo lo pintaba con esta frase. En la oración hábil es y en gobierno inhábil es.

La enfermedad alteró el carácter de Pilar, y se hizo caprichosa, díscola y regañona; tenía antojos estrafalarios, como el que se le ocurrió un día, de hacerse llevar por el patio en un carro de mano, que servía de distracción a Jacintito, el niño de Gregoria, tirando de él su marido, a guisa de caballo; y accesos de mal humor tan violentos, que llegó, una vez, a arrojar por la ventana una taza de manzanilla, porque tenía demasiado azúcar.

La niñera no tenía otra obligación que la de mirar por ella y acompañarla incesantemente; la quería de todo corazón, y era esclava de sus menores caprichos; hacíanla estrenar un vestido cada semana, y no se ponía tasa a sus antojos de juguetes.

Esto todo sea con perdón del antojo del Galileo y el del gran don Juan de Espina , cuya célebre casa y peregrina silla son ideas de su raro ingenio; que yo hablo de antojos abajo, como de tejas, y salvo la óbtica destos señores antojadizos que han descubierto al sol un lunar en el lado izquierdo, y en la luna han linceado montes y valles, y han visto a Venus cornuta.

Con esto, ellos quedaron ciertos del caso y creída la mentira. Vinieron los acólitos y ya yo estaba con un tocador en la cabeza por disimular la corona y fingir la enfermedad; sahuméme con paja y afeitéme de tercianas, con una color de cera amarilla, y mi hábito de fraile, unos antojos y mi barba, que por ser atusada no desayudaba. Entré muy humilde, sentéme, comenzóse el juego.

¿Se marcha usted? me dijo . Ya, una persona discreta no puede soportar las bachillerías y antojos de este inconsiderado niño. Señora repuse D. Diego es un niño obediente y hará lo que su madre le mande. Beso a usted los pies. Quiso D. Diego salir conmigo; pero la condesa le detuvo, diciendo con enojo: Caballerito, tenemos que hablar. Yo anhelaba respirar fuera de aquella casa.

Estando en esto, entraron en la casa dos mozos de hasta veinte años cada uno, vestidos de estudiantes, y de allí a poco, dos de la esportilla y un ciego; y sin hablar palabra ninguno, se comenzaron a pasear por el patio. No tardó mucho, cuando entraron dos viejos de bayeta, con antojos, que los hacían graves y dignos de ser respectados, con sendos rosarios de sonadoras cuentas en las manos.

Y trayendo en el aire, para entrar más de rebozo, el Diablillo dos pares de antojos, con sus cuerdas de guitarra para las orejas, que se las quitó a dos descorteses, que con este achaque palían su descortesía, que estaban durmiendo, por ejercella de noche y de día, entraron muy severos en la dicha Academia, que apatrocinaba, con el agasajo que suele, el Conde de la Torre, Ribera, y Saavedra, y Guzmán, y cabeza y varón de los Riberas.

Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios: que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus antojos de camino y sus quitasoles. Detrás dellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie.

Pronto anidaron en aquellas almas, presas bajo inquietas pesadumbres, anhelos como antojos iniciales; pronto gimieron las nativas palmas al soplo que traía de las cumbres el polen de fecundos ideales.

Palabra del Dia

rigoleto

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