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Actualizado: 12 de julio de 2025
La variedad de los asuntos que forman este libro, me hace sospechar que ha de mover algo el interés del lector curioso, á quien, como á Vd., ofrezco ya un detalle de las costumbres de nuestros antepasados, ya la biografía de un sevillano ilustre, ya la descripción de algún monumento, ó ya, en fin, la noticia de cualquier caso interesante, habiendo tenido buen cuidado de basar todos mis escritos sobre auténticos documentos originales ó sobre noticias del más autorizado origen, no ocultando nunca, para mayor crédito, su procedencia.
Había varios pliegos de papel de á folio que contenían muchos particulares acerca de la vida y hechos de una tal Ester Prynne, que parecía haber sido persona notable para nuestros antepasados, allá á fines del siglo diez y siete.
Entonces interrogué a Sa-Tó; y su dedo respetuoso fué señalándome el Templo de los Antepasados, el Palacio de la Soberana Concordia, el pabellón de las Flores de las Letras, el kiosco de los Historiadores, brillando, entre los bosques sagrados que los cercan, con sus tejados lustrosos, azules, verdes, escarlata y de color de limón.
Nuestro joven doctor se entretiene ahora en medir cráneos; se ha metido en el osario del Camposanto, y allí anda, ayudado por el enterrador, llenando de perdigones las venerables calaveras de nuestros antepasados, pesándolas y haciendo con ellas una porción de diabluras. Recalde tiene talento, ha estado en Alemania y sabe mucho; pero yo, la verdad, no creo gran cosa en sus afirmaciones.
Era viuda de un alto funcionario de la corte de los Zares; pero la personalidad del primer marido, con ser tan brillante, resultaba algo indecisa. Unas veces había sido, según ella, Gran Mariscal de la corte; otras, simple general, y el que verdaderamente podía ostentar una historia de heroicos antepasados era su propio padre.
Falta el Khedive, faltan los centenares de miles de fellahs, que morían en la tarea, como sus antepasados de ahora cuarenta siglos en la construcción de las pirámides que quedan fijas sobre las arenas, como monumentos de esas insensatas hecatombes humanas.
Pero á pesar de los odios y las guerras, en auge todavía, los pueblos se hacen más solidarios cada día, y saben ya comunicarse sus privilegios para hacer de ellos un patrimonio común; gracias á la ciencia y á la industria que se propagan de día en día, saben ya hacer brotar el agua donde nuestros antepasados no sabían hallarla, y poner en comunicación unos ríos con otros, aunque estén muy distantes.
El reino chico cuyo dueño absoluto era el señor, ya no es más que un distrito cualquiera, y el descendiente de los antiguos barones para nada le sirve el enmohecido mandoble de sus antepasados.
Si una familia llegaba a extinguirse, las almas de los antepasados, siempre errantes en la tierra entre los malos genios, no podían llegar jamás al eterno reposo. El único gran interés de la vida humana era, pues, forzosamente, continuar la filiación para perpetuar el culto.
Como natural consecuencia de aquellas costumbres, se nos ofrece la práctica de ciertas profesiones y oficios, que alcanzaron gran boga entre nuestros antepasados.
Palabra del Dia
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