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¡No lo creas, Lucía! exclamó el joven, dando a su exclamación mayor fuego del que le hubiera correspondido si no se hubiera tomado un poco de trabajo. ¡Te adoro... te adoro con pasión loca... frenética! Eres el único pensamiento dulce que anima mi existencia... Pídeme la vida, y me verás darla con alegría...

Alfonso volvió el martes, estando con nosotros hasta ayer, y volverá el lunes nuevamente, dejándonos lo menos posible durante estos tristes instantes: su buen corazón me consuela y anima mucho. 14 de julio de 1824.

Esto no puede seguir así; no seguirá. Voy a escribir a mi tío, a la marquesa, a D. Manuel Pez, a Joaquín... ¡Las ocho, Dios de mi vida! Me levanto. Dormiré mañana a la noche». Capítulo XII Dijo también Dios: Produzcan las aguas reptiles de ánima viviente...

El contingente de estudiantes que allí se ven, diferentes de los de otros paises, en trajes, en costumbres, en todo, anima la ciudad, suministra asuntos á periodistas y escritores, da una cifra respetable por año á la estadística del consumo de cerveza y tabaco, asusta á mas de cuatro maridos, se bate en desafíos, discute, se mueve, bulle, hormiguea .

Mientras la inmortalidad sea una cosa tan parecida a la vida corriente, y mientras en ella deba uno preocuparse también del almidonado de la tirilla, no creo que valga la pena ser inmortal. Parece que hay escritores a quienes el público anima dirigiéndoles, con más o menos frecuencia, cartas de aprobación.

Aun, mal por mal, mejor es ser caballero andante que pastor. Mire, señor, tome mi consejo, que no se le doy sobre estar harta de pan y vino, sino en ayunas, y sobre cincuenta años que tengo de edad: estése en su casa, atienda a su hacienda, confiese a menudo, favorezca a los pobres, y sobre mi ánima si mal le fuere. -Callad, hijas -les respondió don Quijote-, que yo bien lo que me cumple.

D. Salustiano las juega y las pierde. Entonces su rostro se anima de nuevo. ¿Ha visto usted? me dice . Lo de la fila había sido una casualidad que no demuestra nada. Indudablemente, no hay posibilidad de ganar nunca a la ruleta. Y cogiendo cinco duros, los tira sobre la mesa: Para los empleados... Cada vez que un bilbaíno me invita a comer, me parece que me da a comer hierro.

La fe en el porvenir le anima de pronto. El mundo no puede ser eternamente igual: las grandes convulsiones, cuando pasan, no dejan el suelo lo mismo que lo encontraron. ¿Van los hijos á degollarse siempre porque sus padres y sus abuelos se degollaron?... ¿Es preciso que se miren con hostilidad por haber nacido á un lado y á otro de un monte, un río ó un bosque que la política bautizó frontera?

-Así será -dijo el de la Triste Figura-, y yo estoy muy contento de que te quieras valer de mi ánimo, el cual no te ha de faltar, aunque te falte el ánima del cuerpo. Y vente ahora tras poco a poco, o como pudieres, y haz de los ojos lanternas; rodearemos esta serrezuela: quizá toparemos con aquel hombre que vimos, el cual, sin duda alguna, no es otro que el dueño de nuestro hallazgo.

El viejo no pudo callar más tiempo. ¿Tampoco fumaba?... Ahora comprendía el asombro de ciertas gentes. Un hombre de tan pocas necesidades metía tanto miedo como un ánima del otro mundo. Y mientras Salvatierra aproximábase a la lumbre, que comenzaba a crepitar con alegre llama, el aperador salió de la cocina. Poco después volvió, llevando al brazo su capote de monte.