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Cuando aquella voz tan suave y encantadora, aquellos acentos deliciosos que llegaban al alma... no veía en él más que a un pobre joven que con las manos extendidas hacia me suplicaba le dejase ver aún la luz del sol, que era tan brillante y tan bella... Lasciami ancora verder il sole... decía él, y yo, imprudente, le escuchaba olvidando mi papel.

Amaneció el 19, que fue para felicísimo, y no había aún amanecido, cuando yo estaba en el alcázar de popa con mi amo, que quiso presenciar la maniobra. Después del baldeo comenzó la operación de. Se izaron las grandes gavias, y el pesado molinete, girando con su agudo chirrido, arrancaba la poderosa áncora del fondo de la bahía.

En el mismo instante, por una violenta sacudida que el navío experimentó, Kernok, adivinando que el áncora había cedido al cabrestante, se lanzó hacia el puente, con su bocina en la mano. ¡Alerta! ¡Alerta! he ahí a los piratas de Ochali que parten. El cautivo de Ochali. Cuando Kernok apareció sobre el puente, se hizo un profundo silencio.

Don Juan se acerca entonces á la orilla, cuando el navío levanta el áncora; descubre que ha sido engañado, y se precipita en las olas para alcanzar á los fugitivos. En el acto tercero, la acción es otra vez en Gaeta.

Desde Kaipha, en donde arribó el vapor, emprendieron los viajeros á caballo en compañía de la princesa de Hohenlohe, que demostró ser una amazona varonil, una expedición á Jerusalén, pasando por Nazaret y Naplus; después desde Jaffa, en cuya rada insegura no pudo echar el áncora el vapor, volvieron hacia la montaña del Carmelo, en donde debían aguardar un tiempo más favorable á la navegación.

Es una excelente posada la del Áncora de Oro, en Plonezoch. Cerca de la puerta se elevan dos hermosas encinas, verdes y frondosas, que dan sombra a las mesas, siempre atractivas, de tan lustrosas que están; y como el Áncora de Oro está situada en la plaza mayor, no se encuentra un golpe de vista más animado, sobre todo a la hora del mercado, durante las hermosas mañanas de julio.

¡Voto a tal! no se moleste usted, señor Durand; usted es uno de los antiguos, un amigo del pobre señor Kernok. Y de nuevo levantó los ojos al cielo suspirando. ¡Qué quieres, muchacho! cuando llega la hora de desamarrar dijo el señor Durand sorbiendo, con un largo resoplido, una gota de aguardiente que quedaba en el fondo de su vaso , cuando el cable cede, el áncora se va al fondo.

Sus ojos tropezaron con el áncora de un quechemarín que yacía allá abajo, en el primer muelle. Bajó por ella, cortó con la navaja un pedazo de maroma de una lancha, se la amarró, la alzó con sus brazos de atleta y subió la escalera como un gimnasta que quisiera dar muestra ante el público del enorme poder de sus músculos. Una vez arriba, se ató la cuerda al cuello.

Vamos, maestro dijo a Flores, al mismo tiempo que se pasaba el índice extendido por el mentón, imitando el movimiento de la navaja ; y por mis pecados añadió , no me trate usted como al amigo de los botones de áncora. Sobre todo, nada de evacuación sanguínea.

A ningun lado miraba Que descubra un solo amigo, Que todo el pueblo enemigo Entorno le rodeaba. Con voluntad tan dañada Procuran su pena y lloro, Que se tuvo por mal moro, Quien no le dió bofetada. A la marina llegaron Con la victima inocente, Do con barbaria insolente A una ancora le ligaron.