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Actualizado: 27 de julio de 2025
No temas, Tristán profirió la joven sorprendida y enternecida por aquellas palabras , no temas; yo no soy un ángel, pero sabré guardar y respetar los sentimientos nobles de tu corazón. Esos diablos no podrán nada contra la fuerza de mis manos. Tristán tomó una de ellas entre las suyas, una bella mano fría, tersa, maciza, de virgen amazona y la llevó con pasión a los labios.
Prometed, prometed, sin explicaciones, sin condiciones. Está bien; lo prometo... ¿Vais a responder francamente, por sí o por no, a las preguntas que os dirija? Responderé. ¿Os han dicho que yo mendigaba en las calles de New-York? Sí, señora, me lo han dicho. ¿Y que había sido amazona de un circo ambulante? Me lo han dicho, señora. ¡Sea enhorabuena!
Los gringos de América, cuando no beben, son buenazos. Yo tengo una amiga que se casó con uno que es maquinista, y lo lleva de la nariz adonde quiere. Conozco otra que... Pero la amazona no sentía interés por tales historias, y la interrumpió: Entonces, don Ricardo no vino anoche. Ni anoche ni las otras noches. Entoavía no ha aparecido por aquí.
Y metiendo espuelas á su caballo salió á todo galope, no sin hacer antes á Ricardo un gesto de desprecio. Quedó éste avergonzado por la cruel despedida de la amazona y sin deseos de seguirla. Después su vanidad se alborotó, y quiso alcanzarla para que reconociese que no era un «chapetón», un torpe, como ella creía.
Pero no por esto sentía un odio menos reconcentrado y violento, y que no esperaba sino una ocasión para manifestarse. Desgraciadamente, la ocasión no tardó en presentarse. Como lo hemos dicho ya, hacía cerca de un año que el señor de Maurescamp estaba enamorado de Diana de Grey, joven amazona americana, que entonces llamaba mucho la atención en París.
Justamente en esos momentos, el señor de Maurescamp, desertando del cuerpo coreográfico, hacía ostentación de sus relaciones con una amazona americana, Diana Grey, cuya aparición en el circo de Invierno había sido uno de los acontecimientos de la estación. Desde algunos días se la veía conducir alrededor del lago un par de caballos negros, cuya procedencia nadie ignoraba.
Se veía en toda su trágica ridiculez, apelotonado en el suelo, oprimido por el pie de la viril amazona, manchado de tierra, humilde y confuso como un delincuente que no acierta a disculparse.
Sólo la suposición de que la amazona gloriosa pudiera perseguirla con su venganza hacía temblar las piernas de la maestra. El general participó por reflejo de esta inquietud. Su Guadalupe era realmente temible, pero esto no podía impedir que empezase á odiarla. ¿Hasta cuándo iba á sufrir su despotismo?... Los meses sucesivos fueron de desaliento para el héroe.
Á estas últimas palabras Sorege prorrumpió en una carcajada que produjo un ruido falso. Su mirada pasó por los entreabiertos párpados hasta fijarse en la cara de Tragomer para estudiarla con inquieto cuidado. Usted es, dijo, una verdadera amazona, miss Maud... Pero esas cosas no se hacen tan cómodamente como usted cree.
¡Salve, cristiana amazona que tras de tantos afanes dió el ilustre Magallanes de mi España a la corona! Si blasona tu pecho de real nobleza, rica perla de dos mares, no desdeñes los cantares con que ensalzo tu grandeza. Movido de anhelo santo, voy rebuscando en tu historia los anales de tu gloria, copiándolos en mi canto.
Palabra del Dia
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