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Su amor lo tiene oculto en la urna del decoro: sácalo, pues, como se saca la perla de Ormuz del nácar de la concha, y serás feliz. "Si no lo amas, ella morirá como la flor entre arenales; búscala y descúbrela, y toma estas señales para reconocerla.

No hay, pues, por qué avergonzarnos, porque yo amo, amas, aquél ama y todos, en fin, amamos. ¿Pero qué estáis diciendo, Manuel? Digo que sois la mujer más dichosa y más desdichada que conozco. No os entiendo.

Y ha de saber usted que no me lo esperaba yo; creí que la señorita sería más dura de pelar; pero desengáñese usted..., pa ver picardías no hay más que servir a las amas. Crea usted que nosotras nos vamos con un hortera o un soldao; pero lo que es las señoras, en viendo cabayeros... como si no fueran tales señoras. Tienes razón.

Era un delicado ejemplar de la raza canina, un perrito que representaba en la casa el elemento irracional. Mas en este ser no se veían nunca la inquietud y alborozo propios de su edad y de su raza; antes, por el contrario, era tan melancólico como sus amas.

PRATYAPATI. Quiero decírtelo, aunque sea dura contigo. No; no le amas, ya que estaba en tu mano detenerle y le dejaste partir. GOPA.

Lo necesito, lo arriesgo todo si paso algunas horas sin correr al auxilio de don Juan. Pues bien, primero soy yo que nadie; no saldrás. Te aborreceré. Aunque me aborrezcas; ¿qué me importa, si insistiendo en huir de aquí me pruebas que no me amas? para el hombre que ama, lo primero es la mujer de su amor. Y doña Catalina se levantó irritada de sobre las rodillas de Quevedo.

Ferpierre volvió con mayor interés a la lectura del diario: «Hoy me ha dicho estas mismas palabras que copio, sin cambiar nada en ellas: «¿De modo que crees que el amor es inmortal? ¿No comprendes que un día cesarás de amarme, que ya no me amas como antes?

Se adorna con la sangre que el querindango de su tío chupa de los pobres. Y de las rejas de las Claverías altas, que daban sobre los tejados, salía siempre alguna voz entonando la antigua copla, inspirada sin duda por el jardín de la catedral: Las amas de los curas y los laureles, como nunca dan fruto siempre están verdes.

Sólo podía llorar por él: la falta de noticias; la inquietud al pensar que estaba prisionero, muy lejos, sufriendo toda clase de privaciones, y que tal vez no lo vería nunca. ¡Cómo le amas!... El príncipe se sorprendió de su propia voz y del tono con que dijo estas palabras.

A eso se llama contestar categóricamente. Pero, ¡vamos! ¿no amas a otro? Mi pecho no alberga otro amor que el de usted, tío respondió la joven suspirando. Antoñita, eso no basta. Dentro de un mes o dos yo voy a dejar de existir, y si sólo me amas a no quedará nadie que te ame. ¡Oh! tío de mi alma, espero que se habrá usted equivocado.