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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Sólo en un punto estaban de acuerdo: en adorar a su madre, que distante por igual del fanatismo de ambos, vivía consagrada a endulzar amarguras y aminorar desdichas, sin preguntar jamás cómo pensaba el que sufría.
Ella se ponía muy pensativa y no decía palabra en media hora; los pobres chicos miraban al cielo alternativamente, como si en el cielo se hallara escrita la solución de aquel problema. Se separaban. Clara depositaba sus amarguras en el seno de su amiga Ana.
Una ligera escalinata une el río de Binondo con la casa, así que, previos todos los correspondientes requisitos de marcha, desde reconocer los bultos, hasta dirigir la última cariñosa mirada á los muros que han sido por largo tiempo confidentes de nuestras amarguras y testigos de nuestros placeres, muros que á nadie más que á mi romperán su mutismo, si algún día vuelvo á interrogar sus blancos lienzos con el lenguaje de los recuerdos, pasé de la casa al bote, al par que los aljofarados dedos de azul y nácar de los genios del Oriente abrían los espacios para dar paso al majestuoso gigante de la luz.
Una noche, sólo una noche, ha bastado para destrozar y convertir en liviano recuerdo los esfuerzos, las amarguras y las zozobras de tantos años. La obra subsiste en el cartel quince, veinte días...; luego cae en olvido.
Y entonces principió para los dos cómplices esa existencia turbada, mezcla de embriagueces y de amarguras, de olvidos y de remordimientos, de secretas concupiscencias y de terrores secretos que es la vida misma de los amores culpables.
El barómetro era el único que en aquellos momentos de angustia tenía elocuencia: esta, aunque muda, poseía la más fuerte de las razones. ¡La convicción de la realidad! El descenso de la columna barométrica vertía en nuestra alma las mismas amarguras que tan magistralmente describe el gran fisiólogo del corazón humano en la reducción de su piel de zapa.
Lóndres, esa mole colosal de grandeza y podredumbre, de oro y de hierro, como de lodo y amarguras, es por excelencia la metrópoli del romanticismo social.
La verdadera diferencia está entre la clase pobre y las demás, según podremos ver en el boceto del siguiente cuadro. En la caída de una elegante casa de uno de los aristocráticos barrios de Manila, vese sentado sobre un petate un ser que con solo mirarlo se comprende arrastra su existencia por el triste arenal de las penas y amarguras. Aquel sér es una mujer, mejor dicho, una niña.
»Pero así y todo, me pareció aquel beso un regalo celestial; hízome la impresión de un rocío benéfico en la sequedad de mis amarguras; y dejándome llevar de los impulsos del corazón, tomé la cara de Luz entre mis manos y se la cubrí de besos y de lágrimas. No pensé ya en que pudiera mancharla el rastro de mis liviandades.
Con saña que horroriza, indecibles torturas, porque tanto te amaron y desearon tu bien, cuantos mártires sufren; más en sus almas puras te bendicen en medio de angustias y amarguras y, si les dan la muerte, bendicente también.
Palabra del Dia
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