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Encontráronse los dos amigos frente a frente, y no obstante el disfraz de la dama, reconocióla al punto Jacobo; con más sorpresa que disgusto, salió entonces a su encuentro: ¡Criatura!... ¿Qué haces aquí? ¿A qué has venido?... Ella, agitada por mil sentimientos encontrados, entre los que sobresalía la ira, contestó con amarga burla: Pues nada... Venía a indicarte dónde está el número 4.

Mi deber era, pues, callar; hacer lo menos amarga posible la vida de este débil y dulce compañero que el cielo me ha dado, disimular, ocultar, hasta donde cabe... mi falta de amor... mi injusta, impía, irracional, involuntaria falta de estimación. Así se explican el engaño y la persistencia en el engaño; pero la vileza del hurto no cabe en .

No, Rocchio, no dijo la señora, rechazando este nombre con igual alarma que el primero. A todo estoy preparada, señor Robert contestó misia Casilda suspirando. Y el inglés fué a extender la receta, como decía él con amarga ironía y la entregó a la tía de Quilito. Calle de Santa Fe leyó ésta; lejitos es; tomaré el tranvía. Señor Robert, muchas gracias...

El cielo te ha concedido una ignominia pública, para que de este modo puedas conseguir un triunfo público sobre lo malo que en pueda haber. Mira lo que haces al negarle, á quien tal vez no tenga el valor de tomarla por mismo, la amarga pero saludable copa que ahora te presentan á los labios.

Esa piedad que quies usar conmigo, Valeroso soldado, yo te juro Y al alto cielo pongo por testigo, Que yo la estimo por rigor muy duro: Tuvierate yo entonces por amigo Quando con pecho y animo seguro Este mio afligido traspasáras, Y de la amarga vida me priváras.

Así nuestra charla, que en otra ocasión no hubiera pasado de ocho o diez frases, se prolongó esta vez en larga y desahogada sinceridad. Supe que se había casado; su mujer estaba allí mismo esa noche. Por mi parte, lo informé de mi noviazgo con Elena y su reciente ruptura. Posiblemente me quejé de la amarga situación, pues recuerdo haberle dicho que creía de todo punto imposible cualquier arreglo.

La romanza Lontano a te, más que ninguna otra, tenía el privilegio de despertar su sensibilidad y dar a sus ojos expresión extremadamente amarga.

Dime, negra tristeza, ¿no me quieres dejar? ¡Qué desvarío! ¿Cómo apartarte intento del pensamiento mio, si contigo nació mi pensamiento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¡Oh! ¡Qué amarga es la vida! ¡Luchar! Siempre luchar, y nunca llega el dia embriagador de la victoria.

¿Por qué entonces me ha negado su apoyo? preguntó la voz del enfermo, llena de amarga queja.

Movió la cabeza con amarga tristeza, y, mirándome a través de sus lágrimas, respondió brevemente: Ya se la he dicho. Estoy casada. Sólo puedo pedirle perdón por haberlo engañado y manifestarle que me he visto obligada a hacerlo. ¿Quiere usted decir que se ha visto precisada a casarse con él? ¿obligada por quién? Por él tartamudeó.