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Actualizado: 7 de junio de 2025


No siempre se destinan las coplas para acompañar el baile: entónanse á veces por jóvenes galanes bajo las ventanas de sus amadas, ó por dos improvisadores en lid poética.

Las vetustenses le parecían más guapas, más elegantes, más seductoras que otros días: y en los hombres veía aire distinguido, ademanes resueltos, corte romántico; con la imaginación iba juntando por parejas a hombres y mujeres según pasaban, y ya se le antojaba que vivía en una ciudad donde criadas, costureras y señoritas, amaban y eran amadas por molineros, obreros, estudiantes y militares de la reserva.

Los caballeros mozos de la ciudad, llevando en sus manos pomos de aguas odoríferas y de esencias, los derramaban allí en donde hallaban a sus amadas y queridas, sacándolas y reconociéndolas en tanta confusión por los colores que vestían.

Estas cabalgatas nocturnas se celebran en honor de las damas, y los caballeros españoles por ningún precio del mundo dejan de consagrarse á esta ocupación por las noches; hablan con sus amadas por las ventanas, entran á veces en los jardines, y también, cuando pueden, en sus casas; se aventuran en ocasiones hasta la alcoba, en donde duerme el esposo de su adorada, y hasta se me ha dicho que así se ven años enteros, sin hablarse una palabra, por temor de ser descubiertos.

A lo lejos sonaban por todas partes las campanas, y su fúnebre clamor ponía una nota sorda en aquellas voces humanas, entonando el canto de los Muertos... En el cementerio todos se acercaban a las tumbas amadas, en las que una profusión de crisantemos, en brillantes haces, arrojaban sobre los difuntos todas las quimeras y las ilusiones de los vivos... De repente, todo quedó en silencio, y llegaron a nosotras las estrofas del Libera, desgarradoras y monótonas.

Las flores de mis aposentos se marchitan y nadie las renueva; la luz me parece una antorcha fúnebre, y cuando mis amadas vienen envueltas en la blancura de sus peinadores a acostarse en mi lecho, lloro, como si viera la legión amortajada de mis alegrías muertas. Me siento morir. Tengo ya hecho mi testamento. En él lego mis millones al Diablo, le pertenecen; él que los reclame y los reparta.

¡Qué mal hacéis en hablar contra vuestra convicción; bien sabéis que se ama en la vida y que el amor es una cosa encantadora! Ese es un asunto que no atañe a las jóvenes, Reina, y no debéis hablar de él. ¿Qué no atañe a las jóvenes? ¡Y son ellas las que aman y son amadas! Desgraciado de mi exclamó el cura, que tengo que habérmelas con semejante cabeza.

Sus puertos y pasos no quedaban en seco; sus costas é islas estaban muchas veces á tan corta distancia, que se veían entre ellas; sus tierras, amadas del cielo, recibían las miradas más dulces del sol. Ferragut evocaba el recuerdo de los hombres que habían surcado este mar en siglos tan remotos que la Historia no hacía mención de ellos.

Semejante a aquellos amadores que fijan en la mente la imagen de sus amadas tal cual se les apareció en una hora culminante y memorable para ellos, y, a despecho de las injurias del tiempo irreverente, ya nunca las ven de otro modo, al señor Joaquín no le cupo jamás en la mollera que su caro prohombre fuese distinto de como era en aquel instante, cuando encendido el rostro y con elocuencia fogosa y tribunicia se dignó apoyarse en el mostrador de la lonja, entre un pilón de azúcar y las balanzas, demandando el sufragio.

Consideraba cómo los reñían con suavidad, los castigaban con misericordia, los animaban con ejemplos, los incitaban con premios y los sobrellevaban con cordura, y, finalmente, cómo les pintaban la fealdad y horror de los vicios, y les dibujaban la hermosura de las virtudes, para que, aborrecidos ellos y amadas ellas, consiguiesen el fin para que fueron criados.

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