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Actualizado: 29 de julio de 2025


Si permanecía muda y con aquellos ojos que infundían espanto, era porque las almas en pena no pueden mirar de distinto modo. Afirmado en esta creencia, no experimentó sorpresa alguna cuando, en la noche siguiente, al regresar ebrio de su cafetín, tropezó con la enlutada y su niño cerca de la casa. Por segunda vez se quitó el sombrero, gangueando sus palabras con una amabilidad de borracho.

No... si no son tonteras... Ustedes son dos enfermos; yo soy el «médico», y es justo que haga clínica, apreciando en todo su valor hasta el síntoma menos importante para otro ojo menos experto. ¡Y en vez de clínica, haces tonteras... insisto! Gracias por la amabilidad. ¿Vas a resentirte? ¡Qué esperanza! Nada más agradable que verse tratado así por un amigo...

Tan poco entusiasmo demostró, que su prima concibió un violento despecho, que se manifestó, no ciertamente con frialdades, sino con un aumento de amabilidad. Lo peor del caso fué que este modo de estar amable tenía en Clementina algo de molesto y de autoritario que crispaba los nervios de Fortunato. Parecía decirle: "Estoy condescendiente con usted, porque usted me pertenece.

Cuando hube permanecido en aquel agujero el tiempo suficiente para lavarme y limpiar la ropa, salí como los grillos a tomar el sol acompañado del patrón, que tuvo la amabilidad de llevarme al paraje donde las aguas salutíferas manaban.

A esta consagraba la cómica principalmente su amabilidad, la gracia irresistible de sus gestos, gorjeos hablados, de su modesta actitud; y la miraba con ojos muy abiertos, muy brillantes, que chisporroteaban simpatía, naciente cariño.

Otras noches es ella la que está desnuda. «Me va a coger el invierno sin un hilo sobre mi cuerpo». El mancebo sonríe con amabilidad, figurándose de buen grado a la dama delgada, pero de buenas formas, tiritando en camisa bajo los rigores de una nevada....

Habría deseado comprar todo o siquiera algo; pero ¿cómo, ¡Santo Dios!, en la situación apuradísima en que estaba, amenazada de un grave cataclismo doméstico? «Esto lo he traído para usted», le decía Sobrino con infernal amabilidad.

La niña le respondió igualmente en voz baja, con mucha amabilidad. Carmen era una niña hermosa, infinitamente más hermosa que su padre. Acababa de cumplir los diez y ocho años, y era blanca como la leche y rubia como el oro. Su madre también lo era.

Pues si el vernos objeto de un cuidado tan natural merece las gracias, cuando adelantemos algo en esta línea de decepcion, ¿quién no concibe que llegará tiempo en que darémos gracias por no ser saqueados ó muertos á puñal? ¡No! Este hábito no es ni competencia, ni amabilidad, ni menos cultura.

Todo lo ocurrido en ese largo espacio de treinta y cuatro meses en que ha estado fuera de nuestra vista, merece algo de historia, y para ello aprovechemos las efemérides verbales de D. José de Relimpio, cuya amabilidad para el suministro de noticias es inagotable. 1873. 1.º de marzo.

Palabra del Dia

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