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Actualizado: 17 de julio de 2025
Hasta en medio del estío, cuando el soplo de los vientos cálidos ha fundido todas las nieves, enormes montones de hielo, encerrados en los valles altos, constituyen todavía un invierno local, que el contraste hace más raro.
El duque, mi señor y marido, aunque no es de los andantes, no por eso deja de ser caballero, y así, cumplirá la palabra de la prometida ínsula, a pesar de la invidia y de la malicia del mundo. Esté Sancho de buen ánimo, que cuando menos lo piense se verá sentado en la silla de su ínsula y en la de su estado, y empuñará su gobierno, que con otro de brocado de tres altos lo deseche.
Y fue ansí, que después de Dios, éste me dió la vida y, siendo ciego, me alumbró y adestró en la carrera de vivir. Huelgo de contar a vuestra merced estas niñerías, para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos y dejarse bajar siendo altos cuánto vicio.
Nada, en efecto, más pintoresco en su uniformidad que aquel camino que costea el mar durante más de tres leguas para ir a parar en la punta de Carolles. No hay allí los altos acantilados normandos tras de los cuales se ocultan las olas que van a romperse a sus pies con sordos mugidos como los golpes de una invisible catapulta.
9 Pero los sacerdotes de los altos no subían al altar del SE
Los peldaños eran tan altos que Ramiro tenía que ayudarse con las manos. Sólo, de tarde en tarde, la angostura de una aspillera dejaba penetrar un rayo de sol colorido por los vidrios y perfumado de incienso.
La altura del último picacho de este célebre monte es tal, que no hay ninguno de aquellos naturales que no afirme con la mayor ingenuidad que desde allí se oyen en las horas de los altos plenilunios los dulces ecos de las harpas celestiales.
No soy subdiácono, sino colegial dijo Rodriguín, siguiendo a don Benigno 24 por la escalera abajo . Suum cuique. La casa no era de vecindad. Tenía dos pisos altos, ocupados por un solo inquilino. Demasiado grande para un soltero, era tal que para un casado sin hijos, sobraba más de la mitad.
3 ¡Mi montañés! En el campo son tus riquezas; todos tus tesoros daré a despojo, por el pecado de tus altos en todos tus términos. 4 Y habrá remisión en ti de tu heredad, la cual yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, para siempre arderá.
¡El café en el cenador! ordenó la Marquesa. La había encontrado en un armario de la alcoba de su hermana Emma. Allí iba a dormir Edelmira. Salieron todos a la huerta, que era grande, rodeada, como el parque de los Ozores, de árboles altos y de espesa copa, que ocultaban al vecindario gran parte del recinto. Don Víctor, Paco y Edelmira corrían por los senderos allá lejos entre los árboles.
Palabra del Dia
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