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Actualizado: 9 de octubre de 2025
Pero, ¿cómo?... Coca no podía huir a Buenos-Aires el día que llegaba al Tandil su hermano, después de año y medio de ausencia... A Ignacio no podía enviársele telegrama alguno, para que aplazase la invitación a Pérez, pues que ya venían los dos en viaje... Alojar a Pérez en la casa era impropio, después de lo sucedido... Mandarle al pésimo hotel del pueblo era cruel... ¡Qué problema de más difícil solución!... Observó Coca que recordaba el de aquel pobre hombre que tenía que transportar al otro lado del río una cabra, una col y un lobo, sin que la cabra se comiera la col, ni el lobo la cabra.
Tenemos casa para alojar dos familias numerosas... ¿Y dónde está ese niño? Quiero verle añadió con su franqueza y aturdimiento habituales. Clara hizo traer a su hijo. El marquesito le alzó entre sus manos de gigante y le zarandeó un rato con no poca alegría del infante, que soltaba carcajadas y se agarraba a sus orejas con igual confianza que a las de Fidel.
Yo no sé si te he dicho que, desde hace algunos días, el señor de Montbreuse parecía haberse retirado de la sociedad y que se había casi confinado en el castillo que posee cerca de aquí; es más propio para alojar las aves de rapiña de la comarca, cuyos viejos torreones son un lugar de cita ordinario.
Pero dió una orden en alemán, y sus hombres cesaron en las rudas exploraciones. Luego, como una justificación de este respeto extraordinario, añadió en francés: Creo que tendrá usted el honor de alojar al general de nuestro cuerpo de ejército. La certeza de que en el castillo no se ocultaban enemigos le hizo más amable. Sin embargo, persistió en su cólera contra los franco-tiradores.
Los turcos se quedaron en las trincheas viejas donde se solía alojar nuestro campo, y pusieron en ellas muchos estandartes y banderetas. Los alemanes pelearon este día muy bien; mataron muchos turcos, favoreciendo las compañías que eran de guardia á los pozos. La compañía que estaba á la marina de levante, se retiró á su salvo sin recibir daño ninguno.
Yo vivo en Barcelona continuó el viejo , pero mi compañero de este distrito murió hace poco de la última borrachera, y ayer, al presentarme en la Audiencia, me dijo un alguacil: «Nicomedes...» Porque yo soy Nicomedes Terruño. ¿No ha oído usted hablar de mí?... Es extraño; la prensa ha publicado muchas veces mi nombre. «Nicomedes, de orden del señor presidente que tomes el tren de esta noche.» Vengo con el propósito de meterme en una fonda hasta el día del trabajo, y desde la estación me traen aquí, por no sé qué miedos y precauciones; y para mayor escarnio, me quieren alojar don las ratas. ¿Ha visto usted? ¿Es esto manera de tratar a los funcionarios de justicia?
Había una cómoda con un San Antonio de madera encima y dos candeleros de plata a los lados, que parecía exactamente un altar. Para que la semejanza fuese más completa, había también su pila de agua bendita. En aquel tabernáculo no podía alojar un hombre como los demás, sino un alma pura y virginal, una blanca paloma, un cordero místico, un San Luis Gonzaga o una Santa Catalina de Sena.
Á esta sazón llegó nueva de la muerte del Rey de Francia, y el Duque de Sessa retuvo los españoles, receloso de trastornos. Caminaron al fin los soldados á Génova; mas al llegar se encontraron con que el embajador Figueroa había despedido las naves que estaban fletadas y proveídas, en la creencia de no ser ya necesarias. Encontrar otras costó quince días y alojar á los soldados en tierra.
Enormes cajones de madera gris montados sobre ruedas y con dos puertas levadizas alineábanse a docenas, aguardando la buena época de las expediciones, o sea las corridas del verano. Estos cajones habían viajado por toda la Península llevando en su interior un toro bravo hasta una plaza lejana y volviendo de vacío, para alojar en sus entrañas otro y otro.
Palabra del Dia
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