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Actualizado: 28 de junio de 2025
Un día de gran calor, Manos Duras montó á caballo para ir al pueblo á hacer unas compras. Era en las primeras horas de la tarde. Los habitantes europeos de la Presa, al mirar el almanaque, pensaban en la nieve y los fríos huracanes de sus países, que estaban todavía en pleno invierno.
Eres un talego. ¿Por qué te estás dos horas mirando al suelo? Mira siquiera al cielo estrellado, y aprende para zaragozano, ¡puñales! ¿Vas a hacer el Almanaque del empedrado? ¡Qué poste! Tu hermana, de tanto mirar arriba, se ha perdido. Tú llevas otro camino, pero llegarás al mismo fin. ¿Por qué no trabajas?
Ve a mi biblioteca y tráeme el libro de Los Reyes contemporáneos y el Almanaque astronómico. Venidos que fueron estos volúmenes, hojeó la Princesa el de Los Reyes, y leyó en alta voz los siguientes renglones: «El mismo día en que murió el Emperador chinesco, su único hijo, que debía heredarle, desapareció de la corte y de todo el imperio.
Cuatro novelas aparecieron puntualmente cada año con regularidad de Almanaque, y en la Primavera de 1875 quedó terminada con La Batalla de los Arapiles la primera serie. Verdaderamente, la pintura de la guerra quedaba manca, incompleta y como descabalada si no se le ponía pareja en el cuadro de las alteraciones y trapisondas que a la campaña siguieron.
NOTA: Escribióse este artículo para la serie descriptiva de los doce meses del año, publicada por la Ilustración Española y Americana en su Almanaque de 1877. En el campo. Un monstruo, un gigante, un figurón, que parece hombre y no es más que espantajo, bracea y gesticula en medio del campo.
Acaso figure su nombre en el cuadro genealógico de las casas principescas, ducales y comitales, que publica todos los años el almanaque de Gotha, o por lo menos en el libro de los condes, que también da anualmente a la estampa el mismo editor Justo Perthes. Desengáñate, hermana. No te canses. Yo debo decirte la verdad, aunque te aflijas. Y la verdad es que Isidoro Ziegesburg es un judío.
En suma, esta conversación siguió largo rato, y yo tengo notas y apuntes que me ha suministrado D. Juan Fresco y que me harían muy fácil referirla con todos sus pormenores; pero, como mi historia tiene que ir en un ALMANAQUE sin excitar a nadie a que los haga, y no puede extenderse mucho, sino ser a modo de breve compendio, me limitaré a lo más esencial, deslizándome algunas veces, con rapidez y como quien patina, en aquellos pasajes que más se presten a ello por lo resbaladizos.
Me acordé... como tengo en mi cabeza todo el almanaque... de que hoy es San Romualdo, confesor y obispo de Farsalia... Cabal. Y son los días del señor sacerdote en cuya casa estás de asistenta.
Con este género de vida, sucedió lo que debía suceder. Su tutor pues era huérfano le anunció un día, en son fatídico, que todo aquel caminito de rosas lo llevaban directamente y en tren expres á la portería de San Bernardino, santo respetable en el almanaque, pero que, inscrito al frente del establecimiento á que se alude, es capaz de dar un calambre á una pieza de molave.
Entraron al dormitorio de Anastasio: una pieza cuadrada y blanqueada que tenía sobre una pared un rifle colgado y más abajo un trabuco mohoso; una cama bien tendida con colcha de damasco azul y blanco; una mesa con diversos tarritos y botellas de bebidas; tres gruesas sillas de pino y paja y una percha de la que pendían diversas piezas de vestir; en las paredes, manchadas por vinchucas, un almanaque conservando aún la hoja del 31 de diciembre, varias estampas religiosas y un grabado grande con el retrato del gobernador.
Palabra del Dia
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