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Actualizado: 22 de junio de 2025


Estaba mucho más anheloso que por la noche, más azulado de color, más vidrioso de mirada, y, sobre todo, muy atormentado por la tos y muy inquieto en la cama. Miré a Neluco, que le estaba pulsando, y leí en su cara sombría la confirmación de mi diagnóstico. De pronto, nos dijo él con voz tenue y silabeando casi las palabras por no alcanzar a más sus alientos: Hoy no me gusto pizca, muchachos.

«¡Ay!, qué pocos alientos me da usted... Y para colmo de desdicha, ayer tarde me hizo Eponina un escándalo. Si lo que a me pasa no le pasa a nadie... Me ha puesto unas cuentas... de lo más estrepitoso... Por una hechura ¡dos mil reales!, por avíos de aquella bata, sólo por avíos, ¡mil quinientos!... Es para matarla...».

Al indescriptible rumor de los últimos alientos de mi tío, respondió en el acto desde la iglesia el primer tañido de las campanas que doblaban a muerto por él.

Esto y mucho más hacía y sufría por los pobres indios: y aunque otros no pudieran tolerar el contínuo peso de vida tan trabajosa y con tan poco alivio, con todo eso él duró en ella por muchos años, y cada día se hallaba con tanto vigor como si en aquel comenzase; de lo cual, como dije en otra parte, no acababa yo de maravillarme; pues cuando oídos sus trabajos en la Misión de los Zamucos le consideraba consumido de fuerzas y que apenas se podía tener en pie, le poco después en Córdoba, con alientos y vigor de joven, siendo así que ya contaba sesenta y cuatro años de edad.

Roto el hielo de la cortedad desde el momento en que la tremenda cuestión salía a vista pública, le brotaban del fondo del alma aquellos alientos grandes para su defensa. Discutir, eso no; pero lo que es obrar, , o al menos demostrar con palabras breves y enfáticas su firme propósito de independencia...

»Pensando y obrando de este modo, no perdió la confianza y el valor que le animaban ni por un solo instante; sólo él daba alientos a nuestro abatido espíritu, y hacíanos concebir las más halagüeñas esperanzas. »Algunas veces le veía ceder, a su pesar, a la inquietud, al dolor; pero estos momentos eran pasajeros, y en breve recobraba su serenidad y sonreía ocultando su pena.

La confusión de los alientos era símbolo del maridaje de las almas. ¿Quién ha dicho que esto es pecaminoso? Si Dios ha desparramado en los labios, con infinito arte, las papilas nerviosas que perciben y sutilizan la sensibilidad, y no sirven para besar, entonces, ¿para qué sirven?

Juntáronse sus cabezas, y sus cabellos y sus alientos se confundieron. ¿Y cuál es, Amaury? preguntó Magdalena. La de expresarse dos su amor juntos y en un mismo beso... ¡Te amo, Magdalena! ¡Te amo... Am!... Sus labios buscaron los de Amaury, que llegaron a rozar los de su amada; pero la última palabra, que más bien era un grito de amor indecible, acabó en un lamento de acerbo dolor.

No dejaba yo de acudir a la misma fuente que ella en demanda de los mismos alientos; pero ahondaban mucho más las raíces de la vida en, mi naturaleza curtida de las intemperies del mundo, que en el organismo tierno y virginal de aquella criatura, y por eso no resultaban iguales en los dos los frutos de un mismo esfuerzo moral. De pronto se produjo un fenómeno en la agonía del enfermo.

Esta parece que correspondió al fin á los deseos del hijo del Profeta: pero el bueno de Monjarras, no contento con ello, la robó de la paterna casa y la sacó de Sevilla casi por la fuerza, y sin pararse en melindres, como persona apasionada y de alientos que era.

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