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Actualizado: 3 de junio de 2025


Y el invitado se confundía al verlo sobre la mesa, creyendo que esta ave, nutrida con alfalfa, era un corderillo asado. La abundancia que rodeaba al tal español le permitía ser tolerante con la miseria ajena y perdonar el robo. No podía transigir con Manos Duras y otros aficionados al cuatrerismo, porque se llevaban los animales enteros.

Crecería en ellas la alfalfa con una prodigalidad semejante á la de la tierra de Canaán, y le sería posible repetir al borde del río Negro las milagrosas crianzas de los estancieros vecinos á Buenos Aires, sustituyendo el áspero y flaco ganado criollo con animales valiosos, producto del cruzamiento de las mejores razas de la tierra.

Si el hombre pudiese comer alfalfa declaraba sentenciosamente el Gallego quedaría resuelto para siempre el problema social, al haber en el mundo comida de sobra para todos. Por desgracia, sólo los animales podían asimilarse este alimento maravilloso.

Todo el tiempo que permaneció allí habitó un toldo en el centro de un potrero de alfalfa, y ostentó, porque era ostentación meditada, el chiripá. Reto e insulto que hacía a una ciudad donde la mayor parte de los ciudadanos cabalgaban en silla inglesa, y donde los trajes y gustos bárbaros de la campaña eran detestados, por cuanto es una provincia exclusivamente agricultora.

Y dos fuentes, la de Alfaguar y la Encantada, parten y reparten sus aguas en una red de plata que se esparce y refulge por la llanura. Espaciosos cuadros de hortalizas ensamblan con plantaciones de viñedos; junto a los granados se enhiestan los almendros. Y los anchos y redondos nogales ponen con su penumbra, sobre el verde claro de la alfalfa, grandes círculos de azulado verdoso.

Iba á terminar la siega en la gran estancia argentina llamada «La Nacional». Los hombres venidos de todas partes para recoger la cosecha huían del amontonamiento en las casas de los peones y en las dependencias donde estaban guardadas las máquinas de labranza con los fardos de alfalfa seca.

Se veía igual á las reses nuevas de don Carlos Rojas, que, ahitas por la exuberancia de su nutrición, permanecían con las patas dobladas sobre la alfalfa, mirando, inapetentes, toda la riqueza alimenticia que las rodeaba. Watson y Celinda eran jóvenes, tenían ilusiones y deseos, sabían en qué emplear su dinero.

Todos adoraban, con el fervor del creyente, los milagros de la alfalfa con riego. En el territorio de Río Negro esta planta de origen asiático sólo necesitaba ser sembrada una vez. Los alfalfares, cuando tenían agua, resultaban perpetuos.

Del Corazón de María... del Corazón de María respondió llevándose el dedito a la frente como para recapacitar. Aguarde usted un poco... ¿No es un colegio de niñas? Creo que . Pues debe de estar, me parece, en la calle de San José... ¿Sabe usted allá? ¡Si no he estado jamás en Sevilla! ¡Ah! Bien. Pues es muy fácil. No tiene usted más que seguir esta misma calle hasta la Alfalfa, ¿sabe?

Los curiosos recorrían los alrededores para admirarlas trincheras recién abiertas y los alambrados con púas. El Bosque de Bolonia se llenaba de rebaños. Junto á montañas de alfalfa seca, toros y ovejas se agrupaban en las praderas de fino césped. La seguridad del sustento preocupaba á una población que mantenía vivo aún el recuerdo de las miserias sufridas en 1870.

Palabra del Dia

rigoleto

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