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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Tenían las firmes virtudes del que ve su existencia asegurada, á cubierto de todo riesgo, y no necesita hacer daño á los demás para vivir... Y así continuarían plácidamente, sin violentas alegrías, pero también sin dolores, hasta que llegase su hora última...
Rafael se fijaba en los retratos uno por uno: aquí parecía más esbelta y triste, como si acabara de salir de una enfermedad; allí fuerte y arrogante, como si desafiara la vida con su hermosura. ¡Ay, Rafael! murmuraba ella pensativa. No todo son alegrías. Yo he pasado mis tempestades como todos. He vivido mucho, y estos pedazos de cartón son capítulos de mí existencia.
Los hombres de bien empiezan a encontrar en los afectos del hogar y de la amistad alegrías y satisfacciones bastantes para sentirse ampliamente compensados de todas sus virtudes en la tierra.
Porque la certidumbre de mis veinticinco duros mensuales y mi gesto encogido de encanijado, me excluían para siempre de aquellas alegrías sociales, y venía entonces a herir mi pecho, como flecha que se clava en un tronco y queda mucho tiempo vibrando. Aun así, yo nunca llegué a considerarme un paria.
La vida, por amarga que sea, es muy hermosa y amable; si tiene penas y dolores, tiene también dichas y alegrías, muchas, y yo quiero vivir, vivir para ti, mi Rorró; para ser dichosa si eres dichoso; para amar lo que tú ames y aborrecer lo que tú aborrezcas; para padecer si tú padeces, que en eso cifro mi dicha mayor. ¿No es verdad que tú no aborreces a nadie? No, estoy segura de ello.
Me resigné a dejar los libros y a renunciar a las alegrías de la vida estudiantil, para buscar en Villaverde lo que tal vez no faltaría: un destinejo que me proporcionara cada mes algunos duros. Confiaba yo en la bondad de mis paisanos, en la benevolencia de nuestros amigos, para quienes no era un misterio la situación precaria de mis tías.
Pero la animación principal de aquel cuadro era un centellear de ojos y un relampaguear de alegrías divertidísimo.
En casa de Mirbeau los colores verde-claro y amarillo del mobiliario evocan las alegrías del campo y del sol; desde los balcones, abiertos sobre la Avenida del Boulogne, se ve un gran trozo del Bosque.
Y, cuando todo esto falte, tu misma conciencia no ha de faltar de dar voces callando en mitad de tus alegrías, volviendo por esta verdad que te he dicho y turbando tus mejores gustos y contentos. Estas y otras razones dijo la lastimada Dorotea, con tanto sentimiento y lágrimas, que los mismos que acompañaban a don Fernando, y cuantos presentes estaban, la acompañaron en ellas.
Madrid 10 de abril 1638: «Jueves cumplió años el Rey; con gran gusto de toda la corte se hicieron muchas alegrías en Palacio, y luego á la noche uvo Comedia y Sarao.» Avisos históricos de D. José Pellicer y Tobar.
Palabra del Dia
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