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Actualizado: 22 de julio de 2025


8 Entonces nacerá tu luz, como el alba; y tu sanidad reverdecerá presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria del SE

Hablar siempre con rostro enojado, llamar a las cosas por su nombre, por crudo que fuese, decir una fresca al lucero del alba; tales eran las cualidades que habían logrado darle popularidad en los salones. Había quedado viuda bastante joven, con dos hijos, un varón que había seguido la carrera de marino y que a la sazón estaba navegando, y una hija a quien había casado hacía un año.

Para que el lector calcule hasta dónde llegó esto de las hermandades de rosarios, consignaré tan sólo que entre las de hombres, mujeres y niños había en Sevilla 128 en 1758, como así consta en los Anales, y era de ver que apenas quedaba noche del año en que no salieran tres ó más á la calle, sin contar la más principal y numerosa, que era la que al toque del alba salía de la capilla de las gradas de la Catedral, á la que estaban afiliados todos los comerciantes del barrio del Sagrario y personas de no poca significación.

Retrató a la señora Infanta de las Descalzas, de más de medio cuerpo, e hizo de ella copias: de personas particulares hizo cinco o seis retratos; copió todas las cosas de Ticiano que tiene el Rey, que son los dos baños, la Europa, el Adonis y Venus, la Venus y Cupido, el Adán y Eva y otras cosas; y de retratos el del Landsgrave, el del Duque de Sajonia, el de Alba, el del Cobos, un Dux veneciano y otros muchos cuadros fuera de los que el Rey tiene: copió el retrato del Rey Felipe II entero y armado.

Allí se pararon aguardando ansiosos el día y acurrucados bajo algunas tiendas de campaña que un viento frío e impetuoso amenazaba derribar y que los amedrentaba con siniestros silbidos. Larga como un siglo se les antojó aquella noche, pero el alba perezosa vino al cabo a disipar las sombras, a dorar las nubes, a teñir el cielo de azul y de púrpura y a impregnar el aire en claridad luminosa.

Ya usted ve, amigo mío, con cuánta razón digo merece este punto de atención y remedio, principalmente para que las confesiones se hagan en toda la mañana desde el alba hasta el mediodía, dando de hora en hora la sagrada comunión, y no hacer las cosas al revés, confesando toda la tarde y teniendo la mañana toda franca.

Viendo, pues, don Quijote que ya Rocinante se movía, lo tuvo a buena señal, y creyó que lo era de que acometiese aquella temerosa aventura. Acabó en esto de descubrirse el alba y de parecer distintamente las cosas, y vio don Quijote que estaba entre unos árboles altos, que ellos eran castaños, que hacen la sombra muy escura.

Echó entonces él mismo la carta en el correo, y a las dos se acostó sin desnudarse del todo, para descansar hasta el alba.

Lo que más la entusiasmaba, deleitaba o conmovía, lo mismo era de hoy que de ayer, lo mismo de un año más tarde que de un año más temprano: la vuelta de la primavera, un cielo lleno de estrellas, la luz de la luna, el alba, el olor y la belleza de las flores, la música, los versos y cosas así que son de siempre.

Por alcoba tiene la inmensidad del firmamento y ve al nacer, como primer paisaje, de estrellas de oro empavesado el cielo. Las horas, con las gamas de los bronces a gloria tocan. Le saluda Enero con ósculo glacial. La Virgen Alba le da un beso de luz. Y entona el viento una marcha real en su homenaje; un preludio de honor, un himno imenso.

Palabra del Dia

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