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El Maestrico se había enamorado de la Charanga con la pasión reconcentrada y silenciosa de un hombre de cuarenta años. Los padres le querían, alabando sus costumbres sobrias, su actividad para ganarse la vida; y la muchacha, en su diferencia de bestia alegre, decía que á todo, continuando sus relaciones con el matoncillo. Iban á casarse en aquella misma semana.

Continuábase alabando el valor de María y su virtud. ¡Ay Dios mío, el considerar que está una encerrada para siempre y llevando una vida de tanto trabajo!... La superiora, mirando para ella, exclamaba con cierta sonrisilla no muy tranquilizadora: ¡Pobrecita!, ¡pobrecita!

5 Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 7 Y tomándole por la mano derecha le levantó; y luego fueron afirmados sus pies y piernas. 8 Y saltando, se puso en pie, y anduvo; y entró con ellos en el Templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9 Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios.

El rey Don Sebastián sabe por uno de estos amigos de Lope la verdad de toda esta tragedia, y hace que el héroe de ella, al presentársele, le acompañe también al Africa, no sólo dejándole impune, sino alabando su osadía y su prudencia. Las tres justicias en una . Este drama, pensado profundamente, está trazado como pocos para producir efecto conmovedor.

Desde allá giraban mucho dinero a sus familias y compraban casas y tierras, alabando a Dios, que mantiene a sus sacerdotes con más holgura en el Nuevo Mundo que en el viejo. Había buenas señoras en Chile y el Perú que daban cien pesos de limosna por una misa. Estas noticias hacían abrir la boca de asombro a los parientes, reunidos durante las noches de invierno en la cocina.

Y cuando se vió bajo su bóveda sombría la tuvo por el mejor de los salones, alabando la prudencia de sus constructores. El silencio subterráneo fué devolviéndole la sensibilidad auditiva. Escuchó como una tormenta amortiguada por la distancia el cañoneo de los alemanes y el estallido de los proyectiles franceses.

Todo era engrandecer yo mi ventura, por habérmela dado el cielo por señora: exageraba su belleza, admirábame de su valor y entendimiento. Volvíame ella el recambio, alabando en lo que, como enamorada, le parecía digno de alabanza.

Vaya, pues, haciendo nuestro ilustrado gobierno de las suyas, que conforme ellas vayan saliendo, nosotros se las iremos alabando.

Iba con gran desenfado mirando a las ventanas y haciendo cortesías a los que dejaban sus oficios por mirarle; hízose dos veces los bigotes; mandaba descansar a los confesores y íbales alabando lo que decían bueno.

Jamás se le había ocurrido la posibilidad de perder el tiempo con una mujer. Eso quedaba para los hartos, para los felices. El señor Manolo comía con entusiasmo, alabando la carne tierna de los animales de El Pardo. Olía a tomillo, a romero, a todos los perfumes del bosque. Los domingos eran para él días de descanso y plácido aislamiento.