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Actualizado: 1 de julio de 2025


A las tres y media Federico se alzó sobre sus estribos y lanzó una exclamación. Al través de rasgadas nubes brillaban las estrellas, y frente a él, más allá de la llanura, se alzaban dos agujas, dos astas de banderas y una silueta de objetos negros escalonados. Federico sacudió sus espuelas y blandió su riata.

Caía helada, y en el aire parecía que se cruzaban millares de finísimas agujas, que apretaban las carnes y reconcentraban el calor vital en el corazón.

Es prodigioso cómo se equipó aquel ejército de paisanos en diez y seis días. La Administración actual, con todos sus recursos, es un sastre de portal comparada con aquel confeccionador que puso en movimiento millones de agujas en dos semanas.

Por fin, la vista desde las alturas de Montmartre no tiene que ver nada con las otras. Es una perspectiva especial, en que apenas sabemos lo que miramos. Desde aquellas alturas no es Paris, sino el embrion de una ciudad de un millon de almas; una mesa revuelta de veletas, agujas, torreones, cúpulas, campanarios.

Pero las tijeras al cortar, chis, chis, y las agujas al coser, cruj, cruj, no le decían ya aquellas cosas tan lindas que la hacían temblar de gozo, sino otras muy horribles, ¡ay! muy horribles. Quedaban sepultadas en su corazón. El mejor lector no leería en sus ojos grandes, hermosos y suaves más que el capítulo risueño de siempre.

Las mil agujas de la lluvia se le clavaron en las mejillas y convertidas en lágrimas las bañaron completamente. Por algunos minutos gozó con voluptuosidad de aquel frío, apeteciendo que le penetrase en el cerebro y sosegase su desordenada actividad. La noche no era tenebrosa. A pesar del espeso toldo de nubes, la luz de la luna conseguía cernirse y esparcía una débil y triste claridad.

Pero en nuestros climas templados, es raro que los inviernos sean bastante fríos "para helar" completamente el arroyo transformándolo en piedra; se pasan á veces muchos años durante los cuales sólo se ven sobre la superficie líquida algunas agujas de cristal.

Tras los árboles y las casas que cerraban el horizonte asomaba el sol como enorme oblea roja, lanzando horizontales agujas de oro que obligaban á taparse los ojos.

Sus cimas, á uno y otro lado, ora desnudas, ora cubiertas de hielo y nieve, se despedazan en enjambres de agujas, picos, conos truncados, soberbios obeliscos, pirámides y cúpulas de los mas extraños relieves y el mas severo aspecto.

Lo que anotó el 17 de Septiembre refleja las impresiones que de momento sentí al marcar la estrella polar, corroborándolo segunda anotación hecha el 30 del mismo mes de Septiembre en iguales términos: «En anocheciendo, las agujas noruestean una cuarta, y en amaneciendo están con la estrella justo: por lo cual parece que la estrella hace movimiento como las otras estrellas, y las agujas piden siempre la verdad

Palabra del Dia

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