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Actualizado: 1 de julio de 2025


«Sin tempestad, y sólo con el balance, soplando el viento directamente por la popa, una ola de través produce tan fuerte sacudida, que la campana del buque toca por sola, y si durase el balance con sus falsos movimientos, la embarcación sufriría averías y aun se iría á pique. «En los ácoros del banco de las Agujas añade d'Urville, las olas llegaban á la altura de ochenta y hasta cien pies.

Era la obediencia ciega de mujer, hablando; el símbolo del fanatismo sentimental, la iniciación del eterno femenino en la eterna idolatría. El Magistral, con la boca abierta, sin sonreír ya, con las agujas de las pupilas erizadas, devoraba a miradas aquella arrogante amazona de la religión, que labraba con arte la naturaleza, por fuera, y él por dentro, por el alma.

No, aquel humo no era de incienso, subía a lo alto, pero no iba al cielo; aquellos silbidos de las máquinas le parecían burlescos, silbidos de sátira, silbidos de látigo. Hasta aquellas chimeneas delgadas, largas, como monumentos de una idolatría, parecían parodias de las agujas de las iglesias....

Miss Mary se levantó medio dormida, miró el reloj, dijo que era demasiado temprano y pidió a Lita que durmiese un poco más... Lita protestó... hizo abrir los postigos... ¡y ordenó a miss Mary, en el tono más conminativo, que fuese en el mismo momento a comprarle agujas de tejer y lana blanca, celeste y rosada! Miss Mary se negó, probablemente sin comprender bien.

Dos de ellos dan á la parte donde subíamos, sirviendo el uno de entrada á la rampa, y el otro como de balcón, desde el cual se tocan con la mano los bermejos frutos de los naranjos del compás, y se descubre, al través de sus ramas, un elegantísimo ángulo de la contigua iglesia, de perfecto estilo gótico, cuyas gentiles ojivas, esbeltos juncos y erguidas agujas, todo ello de una resistente piedra dorada por los siglos, infunden en el ánimo, en medio de aquellas abandonadas ruinas, arrogantes ideas de inmortalidad.

El gran reloj, que desde el fondo del salón alteraba el silencio con sus latidos, tenía la forma de un templete gótico, erizado de místicas agujas y pináculos medioevales, como una catedral dorada de bisutería. Esta decoración semirreligiosa de una oficina de vinos y cognacs era lo que despertaba cierta extrañeza en Fermín, después de haberla visto durante muchos años.

El príncipe Lubimoff vuelve á entrar en el Casino. Atraviesa el vestíbulo y el atrio llevando la cabeza alta, pero sin ver á nadie, con la mirada perdida ante sus pasos. Le parece que el tiempo ha vuelto de repente sus agujas atrás, haciéndole saltar en el pasado, volviéndolo á la juventud. Marcha con arrogancia.

La joven caminó lentamente por el sendero; recogió aquí y allá algunas flores, e hizo un ramito, que se puso en el seno. Después se sentó en el banco y se puso a concluir la gorra que Marta había comenzado. Mientras que sus manos manejaban rápidamente las agujas, su mirada vagaba delante de , meditabunda y olvidada de lo que hacía.

Palabra del Dia

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