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Actualizado: 23 de junio de 2025
Lo decía con tal expresión de ingenuidad, que Jacinta sintió grande alegría. «Sí, hija, no aguanto más. Que se vaya con su constancia a los quintos infiernos». ¿Y si da en perseguirte? Seré capaz hasta de recurrir a la policía. ¿De modo que no vuelves más a esa casa?... Di que no vuelves, dime que no la quieres. ¡Bah! Demasiado lo sabes. No volveré más que a despedirme. No; escríbele una carta.
Tú te marchas por mí, por hacerte rico, por rodearme de lujos y comodidades, y vas ¡pobrecito mío! como un soldado va a la guerra, a sufrir, a matarte de fatiga. ¿Y no quieres que si yo llego a ser rica te dé lo mío?... ¡A callar! Ya sabes que no te aguanto cuando te pones tonto con tus caballerías... Sí señor, te mantendré, te guardaré como un pájaro en su jaula, y harás versos o no harás nada.
Plácido que entre sus amigos tenía fama de filósofo, perdió la paciencia, arrojó el libro, se levantó y se encaró con el catedrático: ¡Bastante; Padre, bastante! V. R. me puede poner las faltas que quiera, pero no tiene derecho á insultarme. Quédese V. R. con su clase, que yo no aguanto más. Y sin más despedida, salió.
Soy el hombre más desdichado del mundo añadió el cocinero. Aguantad vuestro aprieto como yo aguanto el mío; y basta de bromas y soltad, y adiós. Y escapó. Hijo Marchante dijo el cocinero mayor precipitadamente á uno de los soldados , métete con eso en la portería del señor Machuca, y guárdalo como guardarías á su majestad, mientras yo vuelvo. Muy bien, señor Francisco dijo el soldado.
Miguel aguantó el chubasco con la cabeza baja y sin chistar. Y ya que se hubo bien desahogado tío Manolo se marchó dando un gran portazo. Pero al otro día vino tan risueño como si tal cosa, salieron juntos a paseo y por la noche le llevó al cuarto de la Albini.
Simón aguantó esta acometida al pecho, con la imperturbabilidad de un soldado ruso; y como si el golpe nada tuviera que ver con él, dijo a su señora compungiendo bastante la voz: ¡Cuántas veces previne al difunto señor marqués y a la también ya difunta señora marquesa, que cierto sistema de gastos llevaba los caudales a las manos de los usureros, y que caer en estas manos era punto menos que caer en una lumbre!... Después, quisiera yo que recordara la señora lo que costó la irremediable desgracia de su igualmente finado esposo: allí quedó mucho entre los escombros, y casi otro tanto en poder de la justicia, que no deja de ser fuerte de manos para agarrarse al dinero.
Leticia aguantó el golpe con la serenidad de una estatua de piedra, con gran asombro del banquero, que se gozaba en el castigo que hallaba su injustificada mordacidad con él, en la imprudente alusión de su propio marido.
En cambio, ella no aguantó el apretón sin decir «¡basta!», lo cual llenó de regocijo al joven, a quien hacía sufrir la superioridad muscular de una mujer, por más que fuese aldeana.
De resultas se echó el guante al señor Viváis-mil-años, que empezó por negar toda participación en el delito que la justicia perseguía. Pero puesto en el potro, aunque aguantó como un santo dos vueltas de cordel, a la tercera el dolor le deshizo la firmeza, y cantó que no había más que pedir.
Palabra del Dia
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