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Actualizado: 23 de junio de 2025


La usura es otra de las calamidades que afligen en grado superlativo á la agricultura filipina; tan escandalosa es en aquel país la explotación por este medio hecha del pequeño agricultor, que puede decirse, con toda seguridad, que su monopolio es causa de porfiadas luchas en la provisión de los cargos de funcionarios municipales, puesto que la autoridad del Gobernadorcillo es la que facilita el cobro de las cantidades ó productos que remuneran tan honradísimo comercio.

El hombre todavía desconocido que en lo futuro vaya á instalarse en la Casa Blanca por cuatro años, catedrático, abogado, negociante ó agricultor, pesará sobre los destinos del mundo más que todos los gobernantes que llenan la Historia con el estrépito de la gloria guerrera. Su poder se basará en algo más permanente y sólido que la fuerza de los ejércitos.

Sin embargo de tales condiciones climatológicas, altamente beneficiosas para el cultivo del campo, en dicho pueblo se dedican poco á la agricultura, verdad es, que su jurisdicción es escasa, y á más de escasa, difícil de ponerla en situación de beneficio por lo quebrado del terreno y los árboles y malezas que lo pueblan. No es agricultor, pero en cambio es artista como pueblo alguno de Filipinas.

Los maldicientes y murmuradores tenían sus hablillas, pero con certidumbre nada malo se dijo durante los tres primeros años del matrimonio de los Sres. de Figueredo. Sólo se propalaban vagas acusaciones. Don Joaquín, entre las diversas empresas que había acometido, contaba también la de agricultor en grande.

Es agricultor en primer término, favoreciéndole á ello las dilatadas llanuras que comprende su territorio, en el que se encuentra mucha y buena caza mayor y menor, predominando en la primera, el venado y el jabalí, y en la segunda una rica y numerosa variedad de palomas. Pastos los posee excelentes, criándose en ellos ganado vacuno y caballar.

Juzgué que debía tener alrededor de veintiocho años, y me pareció un hombre vulgar, mal educado, de nariz chata y ancha y cabellos amarillos, cuya figura pesada, apoyado como estaba contra el bajo parapeto, era indudablemente la de un agricultor.

El comercio secunda estas iniciativas prestándose á la obra con que el agricultor le brinda, aunque cegado por la avaricia neutraliza una gran parte de las energías productoras. La industria se asimila los adelantos más adecuados á la perfección y bondad de sus productos, viendo su importancia restringida en la parte de fabricación por la especial constitución geológica del país.

Presuma, en buena hora, el zafio y rudo agricultor, cuando riega su campo, que el agua viene de la vecina montaña, y que se deriva por ocultos caminos del seno de la madre tierra. Pero ¿habría agua si el cielo no la hubiera depositado allí? De esta suerte, la filantropía, la virtud meramente humana, tiene su origen, ignorándolo tal vez los mismos que la practican, en la caridad divina.

Posesor de este lago artificial y de ese parapeto con sus esclusas movibles, el agricultor se convierte en director de las lluvias y sequías; impide á las aguas impetuosas correr en torrentes devastadores sobre los campos cultivados, prohibe al arroyo bajar en demasía su nivel durante la época de sequía, y le obliga á alimentar constantemente los canales de riego, llevando á los campos la frescura y la vida.

Y aun esta utilidad disminuye en nuestros días, á causa de las carreteras y los caminos de hierro que facilitan el transporte á los pueblos de las riberas. Antes que el agricultor y el industrial consigan con entera seguridad hacer trabajos para aprovechar las aguas del río, es preciso que cesen de temer sus desbordamientos, y sean dueños de distribuirlas según sus necesidades.

Palabra del Dia

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