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Actualizado: 7 de septiembre de 2025


¡Asesino, calumniador, sacrílego! repetía la cabeza; te acuso, ¡asesino, asesino, asesino! Y resonaba otra vez la carcajada seca, sepulcral y amenazadora como si absorta la cabeza en la contemplacion de sus agravios no viese el tumulto que reinaba en la sala. El P. Salví se había desmayado por completo. ¡Piedad! ¡vive todavía!... repitió el P. Salví y perdió conocimento.

¡Qué buena era! había esperado la hora de la desgracia para venir, para ofrecer la reconciliación a sus hermanos arruinados; antes, de ricos, no quiso presentarse, sin duda, para que no creyeran que iba a pedirles favores, pero, ahora, que la suerte les había hecho iguales, venía, noblemente, generosamente, olvidando pasados agravios, a confundir sus lágrimas con las de la familia hermana.

Por amor de doña Eulalia, lo sufrí todo y mayor afrenta hubiera sufrido a ser posible mayor afrenta. Harto he demostrado después mi valor. Acrisolada está mi honra. La fortuna además me ha favorecido. La satisfacción que espero y pido para los pasados agravios es que vuesa merced me acepte como yerno. En este punto, apareció doña Eulalia al lado del galán.

Muy por el contrario: estos infatigables varones, sin descansar de su larga y penosa peregrinación, encamináronse á Tordesillas, residencia entonces del infante D. Fernando, hermano del rey de Castilla D. Enrique III el Doliente, y le expusieron sus agravios, pidiéndole protección contra el Obispo de Plasencia.

Y quiero que sepa vuestra reverencia que yo soy un caballero de la Mancha, llamado don Quijote, y es mi oficio y ejercicio andar por el mundo enderezando tuertos y desfaciendo agravios.

Entre la lengua, paladar y labios Anda contino vuestra poesia, Haciendo á la virtud cien mil agravios. Poetas de atrevida hipocresia, Esperad, que de vuestro acabamiento Ya se ha llegado el temeroso dia. De las confusas voces el concento Confuso por el aire resonaba De espesas nubes condensando en viento.

Siguióle el labrador con los ojos, y, cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole: -Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel deshacedor de agravios me dejó mandado.

El hecho es que cada vez que se ve una chaquetilla de infantería puesta sobre un pantalón particular, un sable golpeando sin gracia las canillas de un compadrito y un kepí con vivos colorados jineteando sobre una chasca enmarañada y estribando en los cachetes por medio del barbijo roñoso, el alma se subleva: uno recuerda los primeros dolores y las primeras humillaciones, y, por las dudas, pela el machete para vengar, si no los agravios de uno, los de aquellos que más tarde han recorrido el áspero sendero.

Pues en verdad que no te he dar este contento; que, puesto que los agravios despiertan la cólera en los más humildes pechos, en el mío ha de padecer excepción esta regla. Quisieras que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido, pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya.

Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efeto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que emendar, y abusos que mejorar y deudas que satisfacer.

Palabra del Dia

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