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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Llegado don Pedro á la cumbre de su carrera gloriosa con la posesión de una cátedra en el Instituto de Barcelona, visitaba todas las tardes á Cinta, pasando hora y media en su salón con exactitud cronométrica. Ni el más leve pensamiento de impureza agitó jamás al profesor.
Pocos momentos después el cazador apareció en el umbral y agitó el sombrero, lo cual produjo a los jóvenes viva satisfacción.
Despertaron mi dormida pasión tus dulces halagos, tornaste en arpa mi vida y fuí cisne de tus lagos. Y ahora qué en ellos me agito, con una sed de infinito y la visión de mi cruz ¿porque le niegas ¡oh gloria! a mi breve trayectoria tu eterna estela de luz? Guarda silencio el coloso, silencio largo y profundo.
Al ver de lejos la comitiva, la multitud se agitó tempestuosamente, y hubo un sordo clamor general: ¡Ya están ahí, ya están ahí! Dicen que tenían preparado para esta noche el asesinato de todos los liberales de Nieva. ¡Ah, tunos! ¡Gracias que han caído antes en la ratonera!
Cuando el tren pasó por la linde del parque se agitó un pañuelo en una portezuela, pero Raúl, en pie en su ventana, con un cigarro en la boca, no respondió siquiera a aquel tímido adiós y una vez que el último vagón hubo desaparecido en una nube de humo, lanzó un suspiro de satisfacción y dijo: ¡Al fin!... Un estreno es siempre penoso.
Entonces, ¿es por tu marido por lo que no realizas el viaje? preguntó Miguel, fingiendo hacer su pregunta de buena fe. Alicia se agitó ante tal suposición. ¡Pobre Delille!... Ella sentía otras preocupaciones. Su marido no era el único que había ido á la guerra.
No pude continuar y bajé la cabeza. Mi padre se agitó en su sillón, creyendo que estaba yo llorando, y dijo: Ahora lágrimas; el argumento supremo de las mujeres. ¡No llores, voto va! Se quitó el gorro y lo lanzó al otro extremo de la habitación. Después se dulcificó.
Ya hace tiempo que me he resignado a permanecer impasible cuando los golpes del Cielo me hieren sin descanso: me he vuelto un ser miserable, sin energía y sin voluntad; me he dejado atar de pies y manos por el destino, y por más que me agito hasta hacer brotar sangre de las articulaciones, eso de nada sirve: impotente soy, impotente seguiré y... ¡nada más!
Cuando Gallardo saltó de nuevo a la arena al sonar las trompetas y timbales que anunciaban la última suerte, la muchedumbre se agitó con zumbido de emoción. Este matador era el suyo. Iba a verse lo bueno.
Sacó del bolsillo un largo trapo blanco, le ató al extremo de una rama y le agitó tres veces en el aire á modo de bandera. Una nueva nubecilla de humo y otra detonación indicaron á los dos amigos que su señal había sido comprendida.
Palabra del Dia
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