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Actualizado: 20 de junio de 2025
Recosían unas mujeres sus ropas; otras, patiabiertas dentro de sus batones sucios y repantingadas en pobres sillones de lona, se agarraban con las manos a lo más alto del respaldo. Algunas se quejaban de dolores en el brazo que había recibido la vacunación. Los árabes permanecían acurrucados en el caramanchel de las escotillas, mirando el mar con expresión pensativa... sin pensar en nada.
Esta calumnia, inventada por los enemigos de su padre, era lo que más enfurecía á los muchachos. Los dos mayores, abandonando á Pascualet, que se refugiaba lloriqueante detrás de un árbol, agarraban piedras y entablábase una batalla en medio del camino.
Hallábase, por tanto, la buena señora ajena enteramente a la presencia del hombre primitivo en su domicilio, cuando aquél se encargó de hacérsela notar en la forma más inconveniente que pudo verse jamás. Una noche, atravesando el corredor de la casa con una bujía en la mano, sintió que dos brazos peludos la agarraban por el cuello, y unas uñas infernales se le clavaban en el rostro.
El gran Robinsón extendió ambos brazos al verla, exclamando: «¡Hija mía!», y la dama se dejó caer en ellos con filial abandono, sollozando fuertemente y mostrando a sus hijos, que se agarraban asustados a la falda de Miss Buteffull, siempre tiesa e impasible.
Al llegar, su motor lanzaba tres rugidos, é inmediatamente descendía de lo alto un cable con dos ganchos que sujetaban automáticamente el plato. Una grúa fija en el borde de la mesa subía el enorme redondel de metal repleto de viandas humeantes. Varios hombres de fuerza se agarraban á sus bordes al verlo aparecer, empujándolo hasta las manos del coloso.
Eran capas crujientes que parecían aprisionarla por debajo; invisibles telarañas que se agarraban a la quilla y se abrían trabajosamente después de muchos golpes de remo. Continuaba el lago obscuro y sin límites; pero la corriente era menos ruda, más dulces las ondulaciones, y los dos tripulantes sentían la sensación del que navega en aguas muertas.
Eran como una mortaja que se dilataba, ondulante y pesadísima, hasta tocar el fondo. Su desesperación le hizo levantar los ojos y mirar las estrellas... ¡Tan altas!... ¡Poder agarrarse á una de ellas así como sus manos se agarraban al madero!... Creyó despertar al mismo tiempo que hacía instintivamente un movimiento de repulsión. Su cabeza se había hundido en el agua sin que él lo sintiese.
Un vago terror les imposibilitaba de hablar y les crispaba las manos con que se agarraban a las argollas. El primer piso dijo el director al pasar por delante de una abertura negra. Nadie hizo observación alguna. Aquella suspensión en el abismo, en lo desconocido, paralizaba su lengua y hasta su pensamiento. El segundo piso volvió a decir el director al cruzar rápidamente otro agujero negro.
Pero los instintos hereditarios reaccionaban en todos aquellos retoños de la montaña: resucitaba en ellos el gusto á la antigua vida y poco á poco abandonaban los trajes exóticos, agarraban la escopeta y volvían, como sus padres, á las comilonas, á la caza y hablar de ganancias de miles de duros, acordándose de su educación extranjera como de un sueño.
Se les dejó a los dos una chaqueta para envolver el brazo izquierdo y parar los golpes. Fué un combate terrible, en que los dos enemigos saltaban, se agarraban, se mordían. Varias veces Silva Coelho tuvo sujeto por los pelos a Chim e intentó herirle; pero entonces el malayo se acercaba al portugués, hasta estrecharse con él, y le mordía en la muñeca, y el otro tenía que soltar la cabellera.
Palabra del Dia
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