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Actualizado: 18 de julio de 2025


Podían jugar con un regocijo gimnástico de adolescentes por aquellos jardines que envidiaban los curiosos pegados á la verja; podían romper en sus carreras las plantas raras traídas del otro lado del planeta, saltar de roca en roca en busca de los pececillos que dejaban las olas en los minúsculos lagos de las oquedades de la piedra, hasta que sus fracs quedasen bien mojados y sus zapatos rotos, para desesperación del coronel, que todos los días pasaba revista á su gente.

Después de año y medio de encierro, compareció ante el Consejo de guerra, confundido en un rebaño miserable de viejos, mujeres y hasta adolescentes, todos enflaquecidos y quebrantados por la prisión, con la piel blanca y mate, como de papel mascado, y ese estrabismo en los ojos que da el aislamiento. Gabriel deseaba que le matasen.

La esclavitud del vencido, castigo de las guerras antiguas, fué resucitada por los invasores. Una parte del vecindario se vió deportada al interior de Alemania para trabajar las tierras del vencedor. Viejos, mujeres y adolescentes formaron una masa de desesperación y miseria, encuadrada por los caballos y las lanzas de los jinetes alemanes.

Pero los pueblos fuertes y rapaces se reían de sus consejos cuando los consideraban perjudiciales para su egoísmo, y en cambio los exhibían como obras maestras siempre que eran favorables á sus intereses. Por su parte, los pueblos adolescentes, ganosos de crecimiento, cuando tenían un vecino débil olvidaban á la Sociedad de las Naciones, apelando al eterno recurso de las armas.

A la siguiente noche, 27 de noviembre, habló sobre el asesinato de los estudiantes del 71, y su discurso fue una joya, una flor que no se secará nunca sobre la tumba de los ocho adolescentes.

Jorge llevaba el nombre de un matrimonio de viejos criados que se habían prestado á esta fingida paternidad. Además, había nacido en Francia, y nada tenía de extraordinario que, como tantos adolescentes, quisiera defender su patria antes de ser llamado á las armas por la ley. La duquesa vivió algunos meses en un villorrio del Mediodía, cerca del campo de aviación donde se amaestraba su hijo.

Las jóvenes tenían la hermosura dolorosa y desmayada de la anemia; flores de vida que se mustiaban antes de abrirse; adolescentes de piel blanca, de una palidez de papel mascado, que el sol no lograba calentar, tiñéndola a trechos con menudas manchas de color de salvado.

Estaba próxima a los cincuenta años, según confesión que varias veces hizo a sus hijas; pero era tan arrogante y bien plantada, unía a su elevada estatura tal opulencia de formas, que todavía causaba cierta ilusión, especialmente a los adolescentes, que con la extravagancia del deseo hambriento sienten ante los desbordamientos e hinchazones de la hermosura en decadencia la admiración que niegan a la frescura esbelta y juvenil.

Negros adolescentes que servían de fogoneros en los buques avanzaban por las empinadas callejuelas con ojos de inquietante resplandor, como si preparasen un rapto en masa.

Palabra del Dia

gallardísimo

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