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Ciérranse sus poros, le falta aire respirable; siéntese ahogado, empero conserva su forma y queda árbol de piedra, espectro de árbol, sombra lúgubre sin fuerzas para desaparecer, cautiva en la muerte misma. Mucho antes de vislumbrarse el mar, se oye y se adivina el temible elemento. Primero un rumor lejano, sordo y uniforme. Poco á poco cesan todos los ruidos dominados por aquél.

Así, de musgo á musgo y de planta á planta, en la multitud infinita de células orgánicas, se encuentra aún el caudal de aguas corrientes del arroyuelo, desde, el principio al fin del barranco. Es verdad que no se ve esta corriente, que no se oye su murmullo, pero se adivina y se goza la dulce frescura que esparce por la atmósfera.

Se les condujo a Bonifacio y permanecieron dos días con nosotros en la marina... Después que se secaron bien y se pusieron en pie, ¡buenas noches, buena suerte! ¡Regresaron a Tolón, donde volvieron a ser embarcados para Crimea!... ¿A que usted no adivina en qué buque?... ¡En la Ligera, señor!... Los vimos a todos veinte, tumbados entre los muertos, en el sitio donde nos encontramos ahora... Yo mismo conocí a un lindo sargento de finos bigotes, un pisaverde de París, a quien había hospedado en mi casa y que nos había hecho reír todo el tiempo con sus historias... Al encontrarlo allí, se me partió el corazón... ¡Ah, Santa Madre!...

¿Se ha fijado en mi poema La aurora sonrosada del amor!... ¿Adivina usted en quién pensaba yo al recitar estos versos?

Cuando levanta los ojos ve á Toledo que se acerca, pero solo, con cierta confusión, temiendo por adelantado la cólera del príncipe. Este, que se siente bondadoso y tolerante después de sus violencias en la escalinata, adivina lo que va á decirle. No ha encontrado á Castro. Y le absuelve con una sonrisa benévola. El coronel habla: Marqués: don Atilio no quiere.

Concierta, pues, con su dama Porcia que finja ser la Duquesa. Tres pretendientes, en virtud de esta treta, renuncian á sus pretensiones descubriendo su propósito; pero el cuarto, llamado Fadrique, adivina el plan, se consagra á enamorar á la supuesta Duquesa, y lo consigue plenamente.

El marinero se adelanta, y con el farol explora el camino para bajar a la orilla. Es peligroso el paso de aquellas rocas cubiertas de limo, donde los pies resbalaban. En el abrigo se adivina la forma de la barca. Un farol cuelga del palo, y lo demás es una mancha oscura. El marinero da una gran voz. ¡Abelardo! ¿Es el patrón? , señor. ¿Abelardo, el hijo de Peregrino el Rau? , señor.

Presiente algo, adivina algo; pero no lo puede explicar; sobre todo, no puede reflejar su pensamiento en una imágen; es decir, no puede darnos la nocion artística de aquel pensamiento, porque no hay nocion artística sin figura, sin símil, y no hay figuras que nos representen lo que no se toca, lo que no se oye, lo que no se ve.

Una mañana, Caragòl fué en busca del capitán, que estaba escribiendo en su camarote. Venía de tierra, de hacer sus compras en el mercado. Al pasar por la rue de Siam, la vía más importante de Brest, donde están los cafés, los teatros y los cinemas, había tenido un encuentro. Un encuentro continuó con sonrisa misteriosa . ¿A que no adivina usted quién es?...

Cada pillería de éstas, publicarlas en letras bien grandes y adivina quién te dió. ¡Conque, le han puesto doscientos de sueldo, y acaba de entrar! como no sale de su bolsillo, eche usted que no se derrame. ¿Y dices que se hace pagar el coche por el Ministerio, y abastecer su casa de vino y de cuanto Dios crió? Pero, ¿dónde tiene la vergüenza ese señor ministro?