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Actualizado: 8 de junio de 2025


Cuando llegó al ventorro supo que su amigo había muerto algunas horas antes. Era un domingo por la tarde. Adentro, en la única habitación de la choza, estaba tendido sobre un pobre lecho el cadáver hinchado, sin otra compañía que las moscas, que revoloteaban sobre su rostro violáceo.

Tambien me informó dicho D. Nicolas del Puerto, que en ocasion de hallarse en Chiloé, y en el estrecho de Magallanes, en un brazo de mar que entra tierra adentro, sacando los españoles de un navio que se le perdió, un indio de aquella tierra, á quien tomó aficion, le comunicó, con gran encargo del secreto, que por esta parte de la Cordillera habia un pueblo de españoles; pero que los indios no querian que se supiera, y que si sabian que él lo habia descubierto á algun español, lo matarian sin duda.

Rosa señaló con mano trémula al pajar. Andrés escaló la pared prontamente, apoyándose en las estacas que para subir había clavadas: tiró de la portilla enrejada de madera que lo cerraba, y la abrió sin dificultad. Desde adentro extendió las manos a Rosa, que ya subía, y haciendo un gran esfuerzo consiguió suspenderla y colocarla junto a . El pajar estaba mediado de yerba.

La condesa afectó estar conforme con la reprimenda y la repitió, dándola más fuerza con sus irónicos donaires. Después, ablandándose doña Flora y llevándome adentro, me dio a probar de unos dulces finísimos que no se repartían sino entre los amigos de confianza.

En aquel instante se abrió una puerta que daba al descanso en que se había parado Stein y dio salida a un rumor de vasos, de cantos y de risas: una criada que salía de adentro sacando botellas vacías, se hizo atrás, para dejar pasar a Stein, cuyo aspecto y traje le inspiraron respeto. Pasad adelante le dijo ; aunque venís tarde, porque ya han cenado y siguió su camino.

Por aquí, por el pasadizo éste... Alto en esta puerta de la izquierda, y mucho cuidado con no torceros un pie en algún rendijón del tillado de adentro.

Estaban los viajeros delante de la casa del hidalgo.... Pero esto lo supo don Simón porque se lo dijeron; pues tal era la obscuridad, que, por no ver nada, ni siquiera veía las orejas de su caballo. Oyó que alguien aporreaba una puerta, o cosa así, con algo tan duro como un morrillo, y que a cada golpe respondía, adentro, un ladrido tremebundo.

Tañían una guitarra, Y ésta nunca salía fuera, Sino adentro, y en los blancos, Muy mal templada y sin cuerdas; Bailaba á la postre el bobo, Y sacaba tanta lengua Todo el vulgacho, embobado De ver cosa como aquella.

Dejando, pues, su tierra y propio asiento, La tierra adentro vino predicando: No queda de indio algun repartimiento, Que no siga su voz y crudo mando. Con este impio pregon y mal descuento La tierra se v

Pues nada: que Don Carlos Moreno Trujillo, que toda la vida, desde que el mundo era mundo, salía infaliblemente por la puerta de la calle de Atocha... no alteró aquel día su inveterada costumbre; pero a los pocos pasos volvió adentro, para salir por la calle de las Huertas, hecho singularísimo, absurdo, equivalente a un retroceso del sol en su carrera.

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