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Alternativamente trabajaba con nervioso entusiasmo, pues tenía pasión por las labores de aguja, o contemplaba el firmamento obscuro y la lluvia que caía sin interrupción; escuchaba el rugido del viento, de ese viento de Noviembre que parece llorar quejumbrosamente, y me sentía fatigada, triste y sin el menor presentimiento feliz, aunque en aquellos instantes acudía a mi la felicidad arrastrada por el rápido trote de dos briosos corceles.

No acudía a donde nosotros intentábamos llevarla para curar sus males: pretendía que nosotros subiéramos con ella a las alturas desde donde se había puesto a contemplarlos. ¡Le parecían desde allí tan llevaderos!. ¡Qué engaños tan enormes los de la vista humana cuando no se levanta del polvo de la tierra! »Esta y otras reflexiones análogas me fueron dando la medida del estado de su espíritu.

Con no menos depravación fue perseguido San José de Calasanz fundador de las Escuelas Pías, con la circunstancia agravante del premeditado y pertinaz abuso de confianza que hubo en la perseguidora, hija de confesión del venerable siervo de Dios que acudía a consultarle sobre los fingidos y más sutiles escrúpulos de su conciencia.

Julî acudía á sus imágenes, contaba y recontaba el dinero, y los doscientos pesos no se aumentaban, no querían multiplicarse; de pronto se vestía, reunía todas sus alhajas, pedía consejos al abuelo, iría á ver al gobernadorcillo, al juez, al escribiente, al teniente de la Guardia civil. El viejo á todo decía , y cuando ella decía no, no decía tambien.

Avergonzada quedó Poldy como si hubiese cometido un hurto villano, pero, al fin, desechó los escrúpulos, pensando que no había ella tenido la intención de quedarse con la prenda y que estaba dispuesta a devolvérsela al pájaro, si el pájaro acudía de nuevo a ella y de algún modo la reclamaba.

Pero ¿cómo no se la habían olvidado aquellas mujeres, que eran niñas cuando ellas las conoció, y que debían de haber cambiado bastante? ¿Cómo acudía a ellas con tanta llaneza y bondad? ¿Por qué se las llevaba, como se las llevó, a su corro, sentándolas a su lado? De todo esto don Braulio estaba tan pasmado o más pasmado que nosotros.

Ella acudía a todos, y teníamos un amparo.... ¿Pero ahora, qué será de nosotros?... Hemos amargado sus últimos momentos con nuestras disputas. ¡Somos como fieras! Lo hicimos de obligados. Si no lo hacemos, los otros bandidos nos dejan sin una hilacha. Pero es triste. Si, lo es. Por un momento los tres hermanos quedan silenciosos.

Los guitarristas iban á sentarse en el suelo; pero inmediatamente acudía una mestiza para ofrecerles, como sillones honoríficos, dos cráneos de caballo. Eran los mejores asientos de la casa. Había también un par de sillas para cuando llegaba el comisario de policía ó alguna otra autoridad, pero algo desvencijadas é inseguras.

Fisgoneaba en los pasillos y acudía a la esquina a espiar la llegada de Bernardino, vigilando que Gregoria no entreabriera la ventana de la sala. ¡Qué sustos pasaron ambos, qué sinsabores, y cuántas veces contempló de lejos el pretendiente la cara acongojada de su prometida, víctima de paternal corrección la víspera! ¡Lo que pueden el amor y el hambre, cuando van aparejados!

Los jesuítas guardaron por algunos años el secreto, y a ellos acudía todo el que era atacado de terciana. Por eso, durante mucho tiempo, los polvos de la corteza de quina se conocieron con el nombre de polvos de los jesuítas. El doctor Scrivener dice que un médico inglés, Mr.