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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Y trayendo en el aire, para entrar más de rebozo, el Diablillo dos pares de antojos, con sus cuerdas de guitarra para las orejas, que se las quitó a dos descorteses, que con este achaque palían su descortesía, que estaban durmiendo, por ejercella de noche y de día, entraron muy severos en la dicha Academia, que apatrocinaba, con el agasajo que suele, el Conde de la Torre, Ribera, y Saavedra, y Guzmán, y cabeza y varón de los Riberas.

Hasta el mismo Menéndez Pelayo, luego de haber examinado el ejemplar regalado por Castro a la Academia, en vista de los tipos con que esta impreso y la falta de licencia, cosa impropia del tiempo en que se supone hecho, sospecha que pueda ser esta una engañifa de bibliomano semejante a las atribuidas al Conde de Saceda, que parece hizo algo por el estilo con la Gramática de Nebrija y con los Dialogos de Pedro Mejía.

Iban llegando a la catedral los invitados a la procesión: señores de la ciudad con traje negro; profesores de la Academia en traje de gala, con todas sus condecoraciones; oficiales de la Guardia civil con su uniforme que recordaba el de los soldados de principios de siglo.

El gabinete de lectura, que también servía de biblioteca, era estrecho y no muy largo. En medio había una mesa oblonga cubierta de bayeta verde y rodeada de sillones de terciopelo de Utrecht. La biblioteca consistía en un estante de nogal no grande, empotrado en la pared. Allí estaban representando la sabiduría de la sociedad el Diccionario y la Gramática de la Academia.

Corto es el capítulo que dedica a su estadía en París el señor Cané. Y es lástima. En esas breves páginas, hay dos o tres cuadros verdaderamente de mano maestra. Pero el autor ha sido demasiado parco: su pluma apenas se detiene: la Cámara, el Senado, la Academia: he ahí lo único que ha merecido su particular atención.

Traslados suyos son el que ha publicado el señor la Rosa, el que se guarda en la Academia de la Historia, hecho con bastante negligencia, y el que existia en la rica coleccion del lord Kingsborough, del cual á su vez procede el que envió Mr. Rich á Mr. Prescott con el por en lugar de para Don Juan de Sarmiento.

Pues ahora también me gusta. Ya, saturado de sabor local, he comenzado a ir a la tertulia de Zapiain, el relojero y corredor de comercio, el antiguo dueño del Cachalote. La relojería es una academia enciclopédica, un gimnasio ateniense. Allí se ha discutido de todo lo divino y humano, y, entre lo no divino, una de las cuestiones más debatidas ha sido la formación de Lúzaro.

El escultor copia una figura de hombre; es el mismo hombre con las proporciones armoniosas de sus miembros, la ondulante flexibilidad de sus miembros, la elasticidad animada de sus carnes casi vivas a la vista: el escultor no ha hecho más que una academia.

Unos han visto abiertas las puertas de la Real Academia Española, otros ven sus obras publicadas en ediciones completas y en selecciones y antologías, todos ellos las han visto traducidas a las diversas lenguas europeas, y lo que significa más que nada todos ellos cuentan con la reputación, la autoridad y la influencia a través de la gran comunidad espiritual de los pueblos que hablan español.

¡Ea! ya está sentado el sabio; ya sopla el polvo de la mesa y coloca el sombrero sobre ella; ya se saca a medias una bota que le oprime mortalmente los sabañones; ya tose y se arranca la flema de la garganta; ya trae el libro hacia , ya mira con curiosidad el sello de la Academia estampado en la primera página; ya empieza a leer.

Palabra del Dia

bagani

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