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Actualizado: 1 de junio de 2025
Por último, y para tener siquiera alguna, se decidió a entrar en la Academia de Infantería: a la hora presente era alférez de este cuerpo, de reemplazo, sin vestir jamás el uniforme, que le parecía ridículo, viviendo en la corte como un señorito rico, gozando de todos los placeres y singularmente de los toros, que era su afición predilecta, casi una manía.
Le conocí, pues, por medio del Sr. Sobolefski, fui también más tarde su amigo, estuvimos en correspondencia epistolar, y creo, por último, que firmé la propuesta para que el Sr. Milá fuese académico correspondiente de la Real Academia Española.
Las malas pasiones son un poderoso auxiliar en la carrera que la juventud de la Academia ha emprendido, o como decía cierto subsecretario amigo mío, «en la política es necesario tener algunas onzas de mala sangre.» Consuela y ensancha el ánimo un espectáculo semejante. Los vergeles de la política española tienen un vivero en la Academia de Jurisprudencia.
Después de algunos años de mantenerse firme en no escribir, de frecuentar los salones aristocráticos y de despellejar sin piedad a cualquier escritor que muestre talento y fantasía poco comunes, el mosquito clásico como recompensa de su brillante campaña, es conducido en triunfo a la Academia de la Lengua. Que a todos mis lectores deseo. Amén.
Ese trabajo ha sido ya juzgado por la crítica eminente de España, y el nombre de su autor se pronuncia hoy en la Academia Real con el mismo respeto que el de los más grandes peninsulares... .
Marcial, como digo, convertía los nombres en verbos, y éstos en nombres, sin consultar con la Academia. Asimismo aplicaba el vocabulario de la navegación a todos los actos de la vida, asimilando el navío con el hombre, en virtud de una forzada analogía entre las partes de aquél y los miembros de éste.
Simonet, autor del librito, es un arabista de reconocido mérito, de grande ilustración y catedrático en Granada de la lengua del Yemen. Ha publicado ya varios libros en que muestra su mucho saber. Uno de ellos ha sido premiado por la Real Academia Española, y otro ha sido premiado por la Real Academia de la Historia.
Cuatro instrumentos de fuera de casa, y una misita rossiniana de las más ligeras, con objeto de no gastar mucho. Para esto más valdría tocar sólo el órgano. La víspera de la fiesta, la música de la Academia de Infantería tocaba por la noche ante la catedral, según antigua costumbre. Todo Toledo acudía a la serenata, que era un acontecimiento en la vida monótona de la ciudad.
Cerca de allí debajo del pavimento, hay tres algibes, que, según un manuscrito conservado en la Academia de la Historia, Colección del P. Traggia, tomo XIX, los comenzó a obrar en el año 1375, el Sr.
Una sonrisa sarcástica se dibujó en sus labios; aquella noche tenían ellos el banquete en la pansitería para celebrar la muerte de la Academia de Castellano. ¡Ay! suspiró; como los liberales en España sean cual los tenemos aquí, ¡dentro de poco la Madre Patria podrá contar el número de sus fieles!
Palabra del Dia
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