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Actualizado: 1 de junio de 2025


Como algunas de éstas exceden en discreción y sentido artístico a las que de igual índole escribió el fraile, y como además tomó en el mismo libro, sin confesarlo, trozos de la Historia de San Jerónimo, del P. Sigüenza, túvose por cierto y seguro que el regalo de Castro a la Academia era la perdida Memoria de Velázquez.

«La Academia ha oido sucesivamente los informes, que los miembros de la comision estaban encargados de presentarle sobre los diferentes puntos de las investigaciones, á que se ha entregado el señor de Orbigny durante su apartada y laboriosa expedicion. Resta solo hacer conocer las conclusiones generales de la comision.

No debiera, pues, llamarse Julio Guzmán, sino Pedro Urdemalas. Lo cierto es que en esta academia de El Extraño todos son infelices. ¿Y cómo no ha de serlo el extraño, y cómo no ha de hacer infelices a cuantos le rodean y a cuantos se interesan por él, cuando es víctima de una vanidad ridícula y de las más indigestas doctrinas pesimistas, materialistas y ateístas?

Ya qué enfermedad es ésa, pues se compara a todo el infierno junto dijo el Diablillo . Vámonos a casa de nuestra mulata: almorzarás y conmutarás en sueño la pendencia; y acuérdate que has de ser presidente de la Academia, y yo fiscal. Pardiez dijo don Cleofás , todo se me había olvidado con la pesadumbre; pero es razón que cumplamos nuestras palabras como quien somos.

El gaucho no conoce ni siquiera los elementos de su propio idioma, y sería una impropiedad cuando menos, y una falta de verdad muy censurable, que quien no ha abierto jamás un libro, siga las reglas de arte de Blair, Hermosilla ó la Academia. El gaucho no aprende á cantar. Su único maestro es la espléndida naturaleza que en variados y majestuosos panoramas se extiende delante de sus ojos.

Era un astrónomo distinguido, miembro de la Academia y de varias sociedades científicas. Privado de fortuna, dejó, al morir, a su mujer y a su hija en la situación más precaria, con una modesta viudedad a la que la munificencia del Gobierno añadió un estanco, que Lacante les consiguió.

En cambio, por la amistad que trabó con algunos de los discípulos de la clase de escultura en la Academia, comenzó a ensayarse en el modelado, y se sintió desde luego tan apto que siguió trabajando con ahínco. En poco tiempo hizo progresos extraordinarios.

No tengo por qué dispensar a V. contestó Miguel, zafándose de sus brazos y mirándole entre risueño y admirado. ¡Y yo que pensaba que era V. mi rival! Le estuve a V. esperando más de dos horas: no quería marcharme a casa sin darle una satisfacción... He perdido la academia por ello. Lo siento mucho y se lo agradezco; pero no había necesidad. Ahora voy a pedir a V. un favor dijo vacilando un poco.

Lo único que sintió fué tenerse que separar de su carnero, que dexó á la Academia de ciencias de Burdeos, la qual propuso por asunto del premio de aquel año determinar porque la lana de aquel carnero era encarnada; y se le adjudicó á un docto del Norte, que demostró por A mas B, ménos C dividido por Z, que era forzoso que fuera aquel carnero encarnado, y que se muriese de la moniña.

Es la única que conserva el plan original del autor y la ortografía Castellana moderna de la Academia. La nueva edición se vende á 50 centavos. Esta obrita se ha preparado expresamente para el uso de las Escuelas Primarias. Examinándola, se hallará sumamente simple y fácil.

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