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Actualizado: 31 de mayo de 2025
De cuando en cuando se ve una nube pasajera sobre las siete islas, pero no se detiene nunca. Se pasan hasta tres meses esperando una gota de agua. En aquel árido paraíso no se dice: Aburrido como la lluvia, sino: Aburrido como el buen tiempo. El buen tiempo no aburría a Germana; la curaba lentamente.
Desde que no se veía rodeada de una sociedad dispuesta a divertirse y ocupada exclusivamente en crear distracciones nuevas, Diana se aburría espantosamente.
Era su dueño un filósofo retirado del tráfago del mundo, que cultivaba en paz la sabiduría y la virtud, y que nunca se aburria. Habia tenido gusto especial en edificar este retirado albergue, donde recibia á los forasteros con una dignidad que en nada se parecia á la ostentacion.
La lectura la cansaba también y la aburría soberanamente, porque después de estarse un mediano rato sacando las sílabas como quien saca el agua de un pozo, resultaba que no entendía ni jota de lo que el texto decía. Arrojaba con desprecio el libro o periódico, diciendo que ya no estaba la Magdalena para tafetanes.
Era un buen muchacho, grandullón, con los ojos azules y el pelo de color rojo, pesado, pero excelente persona. Tenía una buena voz, pero nos aburría tocando cosas tristes con su acordeón. Yo no sé cómo demonio sacaba unos sonidos tan lamentables y tan melancólicos a su fuelle. Casi el ruido más alegre de su instrumento era cuando le faltaba una nota, y parecía tener un ataque de asma.
«¡Cosa más rara! Estaba tocando el vestido y a veces hasta sentía una rodilla de la Regenta, de la mujer que deseaba ¿cuándo se vería él en otra? y sin embargo se aburría, le parecía estar allí de más, seguro de que aquella comida no le serviría para nada en sus planes, y de que la Regenta no era mujer que se alegrase en tales ocasiones, a lo menos por ahora».
Más de una vez la guardia civil tuvo que visitarla y cada poco tiempo iba a la cabeza del partido a declarar en causa por lesiones o hurto. El cura, Fermín, y hasta los guardias, que estimaban su honradez, la habían aconsejado en muchas ocasiones que dejase aquel tráfico repugnante; ¿no la aburría pasar la vida entre borrachos y jugadores que se convertían tan a menudo en asesinos?
Porque D. Nemesio, que me acompañaba bastante, a fuerza de atenciones se me había hecho antipático, abrumador. No podía asomar la cabeza fuera de mi cuarto sin que me invitase a una partidita de billar o de tresillo, o a ir de paseo o a beber una botella de cerveza. Y su conversación interminable, prosaica, me aburría tan extremadamente, que ya le huía como al sol del mediodía.
Mírate en este espejo». Y le enseñó su doble fila de dientes, muy bien conservados para su edad. Isidora se aburría un poco. Mirando con tristeza a la calle, preguntó: «¿En dónde está trabajando Mariano? Yo quiero verle. Si la vecina no tiene que hacer y quiere guardarme la tienda, iremos allá. No es a la vuelta de la esquina; pero yo ando más que un molino de viento... ¡Señá Agustina!...».
Si se te muere debes alegrarte, porque si vive te dará muchos disgustos». A Fortunata le indignó esta idea; pero no se atrevió a contradecirla. Que dijera todo lo que quisiese. Su plan era no contestarle nada, a ver si se aburría y se marchaba pronto. «Tiene a quien salir añadió Maxi con lúgubre ironía . Su papá es de oro... No necesitas decirme que no te hace caso... Harto lo sé.
Palabra del Dia
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