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Actualizado: 16 de junio de 2025
Porque era de ese «aquel», y no lo podía remediar. No en todas las ocasiones llegaba a tanto el interés que se tomaba por lo ajeno; pero siempre le daban en cara y le metían en grandes cuidados los descuidos de los demás. Ya sabía él cuándo había llegado yo a Tablanca y la vida que había hecho desde entonces. Le gustaba mucho verme apegado a la tierra y a la casa de mis abuelos.
Sus elegantes compañeras le creían loco al escuchar los disparatados pensamientos que le sugerían el vino, la vista de los mariscos y el recuerdo de ciertas lecturas fragmentarias y rápidas de su juventud. «Vamos a comernos a nuestros abuelos, como alegres antropófagos que somos.»
El comerciante, que, en general, procede de la parte más turbia de la sociedad, necesita, ya que no pueda decir que sus abuelos estuvieron en la conquista de Jerusalén, demostrar que su escritorio es algo sagrado y que todos sus pequeños útiles y procedimientos de robo constituyen ejecutoria de nobleza. Me chocó oír que don Matías hablaba repetidas veces de su clase.
Después hablarán ustedes; ellos te preguntarán por mí, y yo seré el único tema de su conversación; te contarán mil chocheces, que debes escuchar sin reírte. ¿No te reirás, eh? Son mis abuelos, dos seres para quienes yo soy toda su vida, y que no me han visto desde hace diez años. ¡Mira tú que diez años tienen días! Pero, ¿qué quieres? París me ha hecho prisionero como a ellos la edad avanzada.
Febrer atravesó el recibimiento, abrió la puerta de la escalera y empezó a descender los suaves peldaños. Sus abuelos, como todos los nobles de la isla, construían en grande. La escalera y el zaguán ocupaban una tercera parte de los bajos de la casa.
La sociedad se recreaba con lo que se habían recreado sus padres y sus abuelos, y con lo que pensaban que se recrearían sus hijos. ¡Inocentes! Había allí un espíritu, sin embargo, que no merecía este calificativo.
El pleito lo empezó mi finado tío, aquel que se carteaba con nuestros parientes de España, condes y duques, como ya le dije; y luego, mi finado el doctor, que sabía mucho, consiguió una sentencia favorable. Vea, señor, la cosa no puede ser más seria: una donación del rey... del rey de las Españas; un regalo que le hizo a uno de nuestros abuelos, el alférez Vargas del Solar.
El segador medio oculto en la obscuridad, añadió: Eva, seguramente, tendría alguna vez hijas, pues de no ser así, no existirían mujeres actualmente, y las hay en todas partes...tal vez demasiadas; ¿no es esto, tío Correa?... Lo que yo pregunto es cuál fué la suerte de las hijas de Eva. ¿Nuestra primera madre presentó algunas al Señor, para que también les hiciera un regalo, ó las encerró á todas en el establo en compañía de nuestros pobres abuelos?
Sus maridos, gallegos o gringos, han hecho fortuna como la hicieron los padres o los abuelos de las otras, procedentes también de Europa. No hay entre ellas más diferencia que una generación o dos de vida americana. El origen casi es el mismo. ¡Pero lo que representa socialmente esa diferencia!... Ojeda asintió, recordando la época de su vida pasada en Buenos Aires como secretario de Legación.
6 Y se llenarán tus casas, y las casas de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy. Y se volvió, y salió de la presencia del Faraón.
Palabra del Dia
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