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Actualizado: 18 de junio de 2025


El pobre cardenal de Borbón languideció de tristeza en su palacio, dedicando sus rentas a hacer obras en la catedral, hasta que murió al iniciarse la reacción de 1832, dejando el sitio a Inguanzo, el tribuno del absolutismo, un prelado con patillas entrecanas, que había hecho su carrera en las Cortes de Cádiz atacando como diputado toda reforma y abogando por el retroceso a los tiempos de los Austrias, medio seguro para salvar al país.

Lo peor para la familia fue que con estos alifafes enojosos no se atenuaba el absolutismo gobernante de la tirana, sino que se agravaba. Antonio le proponía sacarla a paseo, y ella a paseo le mandaba con cien mil pares de demonios. Hízose displicente, y también mal hablada, grosera, insoportable.

Las exigencias de la polémica, el talento desplegado por una y otra parte en Colombia, la buena fe recíproca, han llevado a conservadores y liberales a aceptar las consecuencias más forzadas de sus sistemas y a hacer declaraciones que envuelven de ambos lados, las unas por su absolutismo, las otras por su tendencia anárquica, la negación más completa de los buenos principios de gobierno que imperan hoy en el mundo civilizado.

Una prueba más de que no son los españoles peninsulares tan culpables de este absolutismo de los diez años, sino de que nos le impusieron las más poderosas naciones de Europa, es que desde que en 1834 hubo en España un gobierno liberal, los gobiernos de esas naciones se negaron á reconocerle, le volvieron la espalda y favorecieron al pretendiente, rey de los fanáticos y serviles.

Los períodos de tiempo en que imperaba el absolutismo eran para el medro de la casa y abundancia de las despensas Porreñanas lo mismo que aquellos en que prevalecía la vil canalla de los clubs.

Don José continuaba firme en su afición a leer y comentar las noticias de la guerra, lecturas y comentarios en que acababa siempre maldiciendo contra el absolutismo y la lucha civil; Pepe, después de comer, permanecía un rato acompañándole, y estos eran los mejores momentos que el viejo pasaba, porque casi siempre estaban de acuerdo el padre y el hijo.

Lo que no podía soportar era que se asesinara á una docena de hombres indefensos é inocentes. ¿Cuál era la causa de este atentado? Era una horrible invención del absolutismo, que se había valido del partido exaltado para realizarla, y había excitado las pasiones del pueblo para hacerle instrumento de su execrable objeto.

En este terreno fué fácil que las personalidades sucedieran á los principios, que se despertaran las ambiciones, y lo que es peor, que la venalidad, cáncer de la política, corrompiera los caracteres. Los verdaderos patriotas lucharon mucho tiempo contra esta invasión. El absolutismo, disfrazado con la máscara de la más abominable demagogia, socavó los clubs, los dominó y vendiólos al fin.

Le odio, le detesto, no le tendría compasión aunque le viera asado en parrillas. Sólo por acabar con ese condenado, entraría yo en la conspiración. ¿Pues que te ha pasado con él? le preguntaron. ¿Qué me ha pasado? dijo Pinilla, lívido de cólera. Hace algún tiempo iba ese señor á Lorencini. Una noche hablaba yo en contra del absolutismo y de los frailes: todos me aplaudían, y él también.

Las pocas cartas que el muchacho recibía leíalas ella de cabo a rabo, y frecuentemente dictaba la respuesta: cuando le castigaban, le llevaba la comida a la prisión; algunas veces llegó por su propia autoridad a levantar el castigo, y lo que aún es más grave, a recriminar al profesor que se lo había impuesto. Por la pendiente de la soberanía se llega muy pronto al absolutismo.

Palabra del Dia

rigoleto

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