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Actualizado: 28 de julio de 2025
Pues a mí me hace llorar de risa verme lanzando excomuniones como el Papa. ¡Deje paso, señor! A un hijo tan bandido como tú no se le maldice, se le abre la cabeza. Yo no soy su hijo, Don Juan Manuel. El Caballero aferra con una mano las riendas, mientras con la otra enarbola el bastón.
Amén agregó doña Inés, más devota que burlona. Para servir mejor a mi Dios continuó el fraile, permitidme que me retire a mi habitación... No tenéis por qué incomodaros acompañándome, joven duque; yo conozco el aposento que me destináis y puedo ir solo y abrirlo, con la gracia de Dios, llave que abre todas las puertas. Buenas noches. Buenas noches, padre repuso a coro la compañía.
Pasa una magnífica nave por las ondas del océano, abre un sulco, inmediatamente se avanzan nuevas olas y borran la huella; por eso gritan eternamente al rededor de un buque, se impacientan al sentirle, pero inmediatamente que pasa se lanzan á borrar sus trazas. El océano es la imágen de la inmensidad, el espejo de Dios, la brillante prueba de su existencia.
Los bellísimos helechos que tapizan el estrecho paso que abre en la peña el camino qué dirige al pueblo de Pateros, es altamente bello, y el naturalista tiene en aquellas graníticas paredes preciosos ejemplares de gigantescos musgos.
Lentamente se aproxima; la abraza, la estrecha contra su pecho, y la puerta se abre a impulsos de la brisa, y aparece la selva verde y olorosa a la luz de la luna, la primavera nocturna, radiante y gloriosa, envuelta en su atmósfera de rumores y perfumes.
En la parte superior de la puerta de bronce, se leen estas palabras: «Deseo que mi polvo repose cerca de los bordes del Sena, en medio de ese pueblo francés, que yo he amado tanto.» Estas palabras son del mismo Napoleon. La puerta se abre, y penetramos en un vestíbulo que encierra los sepulcros de Bertrand y Duroc. Luego pasamos á la sepultura de Bonaparte.
¡Qué feliz sería yo dijo si no me cercasen y me rodeasen y me amargasen la vida, tantos negocios y tantos enredos! ¡y si no, cuán felices y cuán contentas están mi mujer y mi hija!... es necesario dar un corte á esto; soy rico, á Dios gracias, y debo retirarme y descansar. Abre, Inesita, hija mía dijo llegando á una puerta.
Y desque fué ya más harto de reír que de comer el bueno de mi amo, díjome: "Verdad es, Lázaro; según la viuda lo va diciendo, tú tuviste razón de pensar lo que pensaste; mas, pues Dios lo ha hecho mejor y pasan adelante, abre, abre y ve por de comer." "Déjalos, señor, acaben de pasar la calle", dije yo.
«¿Qué dices tú, chiquitín de la casa?... gloria mía... A ver, ¿tiene el niño mucha hambre...? ¡Ay qué pico me abre este hijo!». Y los trinos ensordecían la casa. Con verdadero ahínco, Maximiliano seguía torneando en su cabeza las ideas de la noche anterior. «La mataré a ella y me mataré después, porque en estos casos hay que poner el pleito en manos de Dios. La justicia humana no lo sabe fallar».
Si la 15 niña quiere o no quiere, debes venir para decírmelo. Y ahora abre el tronco de este árbol y hallarás mucho oro. Puedes llevarlo a tu mujer y a tu hija.
Palabra del Dia
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