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Actualizado: 22 de junio de 2025
Quiero hablar, en fin, de los «tramitadores» gracioso término aplicado a todas aquellas personas de algún viso social y mundano que tratan de introducir en nuestra aristocracia a personas sin abolengo, sin tradición familiar, a jóvenes y señoritas, y aun a familias enteras que, habiendo logrado la riqueza en estos saltos intempestivos, rápidos, insospechables, que aquí se operan en el trasiego de los bienes, desean, una vez opulentos, alternar con lo más dorado pase el galicismo de nuestra sociedad.
Como hombre a quien la elevada posición no venía de abolengo, porque su padre y él se habían levantado por saber y esfuerzos sobre la plebe a que pertenecían, don Andrés, sin poderlo remediar, y más bien a causa que a pesar de su entendimiento, tenía peor opinión de la gente menuda que aquellos que desde tiempo inmemorial o después de una larga serie de antepasados ilustres descuellan entre el vulgo.
Don Ciriaco, exagerando un poco, le habló a doña Hortensia de mi familia, de nuestra casa solariega de Lúzaro, de mis antepasados.... Al oír los detalles de nuestro preclaro abolengo, la amabilidad de la bella señora aumentó. Doña Hortensia sentía una extremada debilidad por las preeminencias nobiliarias, y resultó cosa no muy rara entre vascongados, que teníamos un apellido común.
La ofensiva propuesta le hizo sentir de un modo brutal toda la hondura de su caída. ¿Era posible que el solo hecho de la ruina del patrimonio diera alientos a un villano como aquél para proponer, cara a cara, a un hombre de su estirpe, semejante comercio? ¡Venir a pedirle precio por los sagrados emblemas del abolengo! ¡Ah, no!
Entonces el dominicano fray Gonzalo Jiménez, Guardián del Convento de Santo Tomás y Calificador del Santo Oficio, díjole con aparente mansedumbre: Ya tenéis blasón para hacer labrar a la puerta de vuestras casas. ¿Cuál sería, según vuesa Reverencia, señor Guardián? Anseres Capitolini, los famosos gansos del Capitolio; y no se dirá que os falta añejo abolengo.
Y los dos segundos, del Moral y Cámpora, significan el abolengo, la tradición, la historia patria. Y es natural que Rosalía luzca estos dos apellidos aristocráticos junto a los otros oscuros, aunque meritorios.
No se mudó el Casino y siguió remendando como pudo sus goteras y demás achaques de abolengo. Tres generaciones habían bostezado en aquellas salas estrechas y obscuras, y esta solemnidad del aburrimiento heredado no debía trocarse por los azares de un porvenir dudoso en la parte nueva del pueblo, en la Colonia. Además, decían los viejos, si el Casino deja de residir en la Encimada, adiós Casino.
Sobre este desafío se hicieron infinitos comentarios, encontrándose muy divididas las opiniones sobre la conducta que siguieron los dos contendientes, no siendo menos las conversaciones á que dió margen otro suceso ocurrido poco tiempo después y en el que también intervinieron como partes principales personas de noble abolengo.
El nombre parece extraño; pero quizás no carezca de abolengo. Un filósofo podría, tal vez, descubrir cierta analogía entre ese término y la expresión popular de «costarle a uno un riñon», expresión demostrativa de que el pueblo considera también los duros como una especie de cápsulas subrenales... Pero todo esto son fantasías.
El vino de Jerez continuó con acento solemne el jefe del escritorio no es un advenedizo, un artículo elevado por la veleidosa moda; su reputación está de abolengo bien sentada, no sólo como bebida gratísima, sino como insustituible agente terapéutico.
Palabra del Dia
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