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Actualizado: 22 de junio de 2025
Y existe en su espíritu, en cuanto a legítimo orgullo, cierta dualidad: suele gloriarse a veces de su rancio abolengo y timbres hispánicos; y otras, en cambio, envanécese del justo honor dimanado de sus ascendientes patricios.
Mujer de antiguo abolengo, la señora vizcondesa D'Ortlies valía por sus pretensiones tanto, cuando menos, como por su ilustre prosapia. Escribía libros que encontraban más admiradores que lectores.
Podrá faltarles abolengo conocido a las notabilidades de esta especie; pero vicios y afición a exornarlos con todos los recursos del dinero... ¡a buena parte iban con la cláusula los de la pata del Cid! Lo que nunca se ha puesto en claro es de qué enfermedad vino a morir el Sport-Club, cuando con este ingreso de ricos despilfarradores parecía haber asegurado su existencia por largos años.
En prueba de esto, si él tenía por apellido Figueredo, ella, a pesar de lo nebuloso y recóndito de su origen, había llegado a averiguar, por claros y evidentes indicios, que su estirpe, prosapia, abolengo y apellido era Benjumea, que equivale a Ben Humeya, apellido de los califas de Córdoba, estropeado y mal pronunciado por los ignorantes.
Pocos mariscos unirán, como la vieira, una carne tan sabrosa a un abolengo tan ilustre. Ya, mucho antes de la Edad Media, la vieira le había servido a Afrodita, surgiendo del mar, para alisarse los húmedos y admirables cabellos. Hoy Afrodita usa peines bastante más caros; pero esto no quiere decir nada contra la vieira.
El mangante tiene un castizo abolengo, y nuestros contemporáneos lo son, más que por necesidad, por imperativo de la casta, por una enorme fuerza de atavismo. ¡Oh, capa de mendigo, santificada y evangélica, altiva como la del mismo rey!
Hemos descrito el trato que tenían en casa de Centeno los hijos para que se comprenda el que tendría la Nela, criatura abandonada, sola, inútil, incapaz de ganar jornal, sin pasado, sin porvenir, sin abolengo, sin esperanza, sin personalidad, sin derecho a nada más que al sustento. Señana se lo daba, creyendo firmemente que su generosidad rayaba en heroísmo.
Pero este es un problema de sociólogos y economistas que no me corresponde ni puedo yo tratar. Quizá alguna vez cuente lo que mi marido, hombre de mucho seso, que lleva además un apellido de largo abolengo, piensa sobre este punto.
Mi abuela me dijo muchas veces, de chico, que yo salía a mi padre. Entonces no podía comprender bien la terrible acusación encerrada en esta semejanza. Mi abuela tuvo siempre grandes ambiciones escondidas, el orgullo del nombre, y un amor extraordinario por su abolengo.
De lejos. De lejos y de cerca tiene muy poco que ver. Exacto dijo Neluco ; pero en ese lugarejo hay una casa solariega... la de los Gómez de Pomar, sangre de rancio abolengo que corre también por las venas de usted.
Palabra del Dia
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