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Actualizado: 24 de mayo de 2025
ABIND. Si hay algún dios piadoso Para con los amantes, y si alguno Deste mal amoroso Probó el rigor, tan fiero y importuno, Pues no hay amor ninguno Que pueda ser tan fiero, O me remedie o mate; Que por mi hermana muero Y en tan dulce imposible desespero: Tal es quien me combate.
Noble es el abencerraje, Por tu hijo le has tenido; Que le perdones te pido, Pues es de honrado linaje. ZORAID. ¿Cómo te puedo negar Cosa que tan justa es? NARV. Besa, Abindarráez, sus pies. ABIND. Temblando habré de llegar. Llegad, Jarifa, también. ZORAID. Por mis hijos los recibo. Mas quedaos con el cautivo. NARV. Es de Jarifa. ZORAID. ¿De quién? NARV. A Jarifa se le di.
ABIND. Jardín que adorna y viste De tantas flores bellas Amaltea: Aquí, donde tuviste Aquella primavera que hermosea, Cuando por ti pasea; Aguas, yerbas y flores, Aquí vengo a quejarme, Y no de sus rigores, Sino de un imposible mal de amores, Que ya quiere acabarme.
JARIFA. Con la salud que me dais, Dando vida a la que es mía. NARV. ¿Cómo va de las heridas? ABIND. Un poco las tengo hinchadas. NARV. Aquí os serán bien curadas De quien os diera mil vidas. Sale ZORAIDE y su gente. ZORAID. Digo que tengo de entrar. NARV. ¿Qué alboroto es ése? ZORAID. ¡Afuera! Si en tu casa no estuviera... NARV. Vuelve la espada a envainar, Y di quién eres.
JARIFA. Al último remate De mi cansada vida, al postrer dejo, Cuando no es bien que trate De buscar medicina ni consejo, Como cisne me quejo. Fiero amor inhumano, Mi hermano adoro y quiero, Por imposibles muero. ABIND. ¡Jarifa! JARIFA. ¡Abindarráez! ABIND. ¡Hermana! JARIFA. ¡Hermano! ABIND. Dame esos brazos dichosos. JARIFA. Dadme vos los vuestros caros. ABIND. ¡Ay, ojos bellos y claros!
ABIND. Sola esta vez quisiera, Dulce Señora mía, Hacerme lenguas para hablaros tanto, Que del alma se viera La pena y la porfía; Mas salga por los ojos, vuelta en llanto. De que viva me espanto Tan desdichada vida, Si ha de quedar en calma Apartándose el alma De aquellos brazos donde estaba asida.
JARIFA. ¿Ha de hablar la mano? ABIND. Sí. Bien podéis, mano querida. Pero mi pregunta es vana Y ella calla en el tormento. A lo menos, en el tiento No sabe a mano de hermana. ¿Que al fin lengua te faltó? Dime, blanca, hermosa mano: ¿Soy su hermano? Digo hermano, Y responde el eco, no. Testigos quiero tomar. JARIFA. ¿Qué testigos?
ABIND. Pues, mi bien, si soy cautivo De tu padre, y como preso, Por aquel triste suceso, En fe de su guarda vivo; Si él piensa que yo no sé Que soy preso Bencerraje, Del envidiado linaje Que un tiempo el más noble fué, ¿Cómo te podré pedir? Casémonos de secreto, Cuanto el ser preso y sujeto Puedan, mi bien, permitir. JARIFA. Como palabra me des Que libre la cumplirás.
Salen a un tiempo por dos puertas ABINDARRÁEZ y JARIFA. Sin verse. ABIND. Verdes y hermosas plantas, Que el sol con rayos de oro y ojos tristes Ha visto veces tantas Cuantas ha que de un alma el cuerpo fuistes; Laureles, que tuvistes Hermosura y dureza: Si no es el alma agora Como fué la corteza, Enternézcaos de un hombre la tristeza, Que un imposible adora.
JARIFA. Pues a mí me parecía Que a nuestros amores llanos Obligaba el ser hermanos, Y que otra causa no había. ABIND. Sola esa rara hermosura A mí me pudo obligar, Ese ingenio singular Y esa celestial blandura, Esos ojos, luz del día, Esa boca y esas manos; Porque esto de ser hermanos, Antes me ofende y resfría.
Palabra del Dia
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