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Actualizado: 4 de julio de 2025
A la izquierda lejano caserío, la fábrica, el «real», los establos, hacia los cuales volvía el ganado, la capilla con su torre envuelta en un manto de hiedras; a la derecha la vega villaverdina iluminada por los últimos reflejos del sol; y en el fondo las altas montañas de la Sierra, sombrías, boscosas, coronadas de abetos y de ocotes.
El cocotero y la palmera daban al paisaje un tono de exotismo para la mirada de los europeos. Acostumbrados al pino parasol de las bahías mediterráneas y a los abetos de los puertos del Norte, saludaban con entusiasmo esta vegetación exuberante, que evocaba en su memoria antiguas lecturas de viajes, hazañas de aventureros, chozas de bambú, saltos de fieras, bailes de negros.
De los 1,282 kilómetros de camino que median entre Paris y Madrid, 780 miden la distancia de Madrid á Bayona, que en 1859 se recorría en diligencia. Faltábame un trayecto, en ferrocarril, de 502 kilómetros, desde Bayona hasta Paris. Es un Océano de bosques de pinos y abetos, que crecen sobre un terreno arenoso y generalmente estéril.
Ya andaba errante entre un caos de piedras derrumbadas de una cuesta peñascosa, ya recorría al azar un bosque de abetos; otras veces subía á las crestas superiores para sentarme en una cima que dominaba el espacio; y también me hundía con frecuencia en un profundo y obscuro barranco, donde me podía creer sumergido en los abismos de la tierra.
Los tres abetos plantados por mi madre conservan su follaje y sus brisas melodiosas. Sale y se pone el sol por entre las mismas nubes, y se disfruta aún de la misma calma interrumpida tan sólo por el sonido de la campana al tocar el Angelus o por el ruido cadencioso de los trillos que baten las mieses en las eras.
Era tal entonces la generosidad de aquel suelo, que las palmas enanas, que hoy suelen cubrirle y que apenas sirven para más que para hacer escobas y esportillas, se alzaban a grande altura, mientras que las crestas más empinadas de los montes, calvas ahora, se veían cubiertas de una verde diadema de abetos, de pinos y de cipreses.
Me visteis ya al borde de los precipicios, junto á las cascadas, al pie de los torrentes: he pasado horas enteras sobre el musgo de una roca oyendo el murmullo de las aguas y contemplando el tenebroso fondo del abismo. Me he detenido involuntariamente al cruzar un bosque de abetos; me he estremecido sin querer al pasar por un bosque de pinos.
Hoy solo se aprovecha su vasto suelo con la explotacion de los bosques de abetos y pinos, de la cual se obtienen fuertes valores en maderas, alquitran y trementina.
El ruido de la locomotiva y los carruajes resonaba ronco y estridente entre las dos filas de altos murallones de caliza, salpicados de matorrales y bosquecillos de abetos, que encajonan aquella sucesion de vallecitos, dándoles la forma de tortuosas calles y románticas encrucijadas. En el fondo, bajo numerosos puentes ó casi escondido al pié de las rocas y la vegetacion, serpenteaba el riachuelo.
Abetos y pinos de airosas y extrañas formas, nunca vistas por los europeos, descollaban sobre la pomposa verdura de helechos arborescentes, mirtos, laureles y otros árboles hermosos, desconocidos y sin nombre hasta aquel día. Pero Morsamor buscaba con ansia el estrecho o el fin del continente y nada de aquello le seducía ni le convidaba a detenerse.
Palabra del Dia
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