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Actualizado: 18 de junio de 2025


Federico y la misma Casandra piden la gracia del Príncipe, pero el Rey persiste en su resolución; entonces el pueblo se subleva en favor del preso, y los rebeldes se juntan para pedir la libertad del reo, obligando al Rey á abdicar la Corona en favor de su hijo y ser sólo su padre.

Pero morir en plena juventud, ¿qué digo morir? matarse, arrancar de una vez todas las raíces, romper todos los hilos que nos ligan a este mundo, aniquilar todos los sueños de nuestra imaginación, ahogar todo nuestro amor, después de apurar el primer sorbo, abdicar del vigor y de la fuerza que da vida a nuestro cuerpo, renunciar a la felicidad que vislumbramos a través de un horizonte risueño y dilatado, abandonar la vida cuando apenas se ha comenzado a vivir, llevándose consigo creencias, sentimientos, ilusiones y quimeras, eso que constituye un sufrimiento espantoso; eso que es morir de veras.

Habían visto poderosos monarcas abdicar la púrpura ante sus altares y guardaban en sus relicarios el cetro de Amadeo y la doble corona de Carlos V. Habían dado jefes al mundo cristiano; Padres y oradores a la Iglesia; intérpretes y mártires a la verdad. Los fundadores eran elegidos que Dios había inspirado; sus reformadores, hombres valerosos y entusiastas que el infortunio había instruido.

Bonis, con repugnancia por hablar de tales asuntos allí, en el templo, pero compadecido hasta el fondo del alma, y, por otra parte, dispuesto a no abdicar de su dignidad de padre de familia sin mancha, tapujos ni relajamientos de costumbres, dijo con voz que procuró hacer cariñosa al par que firme, y que le salió temblona, balbuciente y débil: Serafina..., yo a ti te debo toda la verdad.... Yo, en adelante, quiero vivir para mi hijo.... Nuestros amores... eran ilícitos.... Debo a Dios un gran bien, una gracia...: el tener un hijo.... Ofrecí el sacrificio de mis pasiones por la felicidad de Antonio.... Además, estoy arruinado.... En el terreno de los intereses materiales... haré por ti... lo que pueda...; ¡ya se ve!... Con ese D. Carlos, que es un judío... ya me entenderé yo.... Pero estoy arruinado.... La voz..., tu voz... volverá...

De todos modos, para evitar choques, procuraba estar el menor tiempo posible en su compañía. Tu conducta, primo, me hace recordar la del emperador Diocleciano. Después de abdicar voluntariamente la corona del Universo en Maximiano, se retiró tranquilamente á su fundo de Salona y se entregó al cultivo de árboles y plantas.

Renunciar al brillo de su ingenio y hermosura, a las adulaciones de la pequeña corte masculina que la festejaba un día y otro día; abdicar esta corona y huir de la capital de su reino de galanterías para sepultarse en un rústico lugarón donde no había de tener más solaz que lecturas insípidas y donde había de recibir la noticia del fin tristísimo de su marido, era fuerte cosa para un corazón amigo de impresiones lisonjeras, para una fantasía siempre joven y siempre soñadora, para una conciencia alarmada.

Palabra del Dia

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