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Actualizado: 21 de junio de 2025
¿Y después? continuó la joven con su misma sonrisa graciosa e impasible. Y después... que para sentar desde luego los precedentes de esta independencia que reclamo... os pido permiso para ir a dar una vuelta al círculo... por supuesto, si eso no os contraría demasiado. Eso no me importa nada, amigo mío. Debo añadir que entraré probablemente un poco tarde... hacia la madrugada.
Un carácter semejante, en oposición absoluta con el mío, era el más apropiado para hacerme sufrir; pero debo añadir que, además de ser realmente bueno, poseía una rectitud de espíritu a toda prueba. Aparentaba más de treinta años, aunque sólo contaba veinticuatro, y se llamaba Agustín, nombre que usaré para designarlo, hasta nueva orden.
Porque mientras más amigas, más formalidad. ¿Usted me da un interés de dos por ciento al mes? ¿Usted añade al pagaré los seiscientos reales aquellos?... Porque una cosa es la amistad, amiga mía, y el negocio... Yo creo que usted no se ofenderá...». No hay para qué añadir que la Tellería dijo a todo que sí con expresiones sinceras y ardorosas.
Luego, pensando en sí misma, creyó necesario añadir: A decir verdad, la marquesa no debe tener muchos años... Pero ¿quién no resulta vieja al lado de usted, preciosura?... No todas podemos ser un botón de rosa.
Los nombres nunca la habían visto más seductora, y hay que añadir que nunca creyeron que fuese tan coqueta; pues lo era, y tenía a más en aquel arte, nuevo para ella, la inconsciencia de una principianta que no conocía todavía lo justo de la medida. Las vivacidades de su conducta y de su lenguaje sobrepasaban algunas veces al nivel que separa a las gentes de buena sociedad de la mala.
La contemplación del mar y la calma de la tarde incitaron a los dos amigos a seguir allí, continuando su plática, en la que evocaban pasadas lecturas, interrumpiéndose muchas veces el uno al otro para añadir un nuevo dato.
Yo lo creo, me contestó, como que es el manto de la Magdalena. ¡¡Pero, señora, le dije con cierta gravedad, el manto de la Magdalena sobre los hombros de una mora!! Ca, no señor, si mañana han de bautizarla. La contestación me pareció tan razonable, y sobre todo fué dicha con tal naturalidad, que comprendí sería perder el tiempo añadir una palabra más en el asunto.
La Gorgheggi dijo: Bonis, siempre fuiste un imbécil. Tu hijo... no es tu hijo. ¡Serafina! Y no pudo decir más el pobre Bonis. También él perdía la voz. Lo que hizo fue apoyarse en el altar de la capilla oscura, para no caerse. Como él no hablaba, Serafina tuvo valor para añadir: Pero, hombre; todo el mundo lo sabe... ¿No sabes tú de quién es tu hijo? ¡Mi hijo!... ¿De quién es mi hijo?
Logré dominarme, no sin gran esfuerzo, y retirando mi brazo me aparté dos o tres pasos de ella. Si yo no fuera Rey comencé, si fuese un simple caballero... Antes de que pudiera añadir una palabra puso ella su mano sobre la mía, diciendo: Aunque fueras un miserable presidiario nunca dejarías de ser mi Rey. ¡Dios me perdone! dije para mí.
Poco tengo que añadir a lo que dije al principio de la edición. Bien se ha visto que el plan primitivo ha sufrido alguna mudanza. Anuncié que la ilustración total estaba a cargo de dos artistas eminentes; pero las dificultades que en la práctica ofreció lo excesivo del trabajo en obra tan extensa, obligáronme a repartir la ilustración entre mayor número de artistas.
Palabra del Dia
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