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Actualizado: 10 de junio de 2025
A los enemigos les desconcertaba en su murmuración la manía del doctor por curar gratuitamente a los pobres, añadiendo muchas veces una limosna; e indignábales la testarudez con que se negaba otras muchas a asistir a las personas acaudaladas y de sanos principios que habían tenido que solicitar el permiso de su confesor para ponerse en tales manos.
Pues, digo también era insustituíble para cargar moldes ó formas que llenas de letras desafían los puños de los hombres más vigorosos; y además le destinaban á traer y llevar original y pruebas, misión que cumplía puntualmente al presentarse ante el joven autor de quien hablo, y decirle que venía á por el artículo, añadiendo que hacia mucha falta por estar parados y mano sobre mano los señores cajistas.
Pero, añadiendo lo demas, de que todos los puntos han de distar igualmente de uno que se llama centro, bien parece que se sobrentiende que será reentrante.... No señor, porque en el arco que tenemos á la vista hay la equidistancia, y sin embargo no es reentrante. Y la palabra igualmente?
VII del libro último de su Orígen de los indios de la historia hecha por Juan de Betánzos del principio, descendencia y sucesion de los Incas y de sus guerras y sucesos hasta la entrada de los españoles en el Perú, añadiendo que la tenia en su poder y le habia ayudado mucho para aquel su escrito, no creo que nadie se haya ocupado en ella ni dado cuenta de su paradero con posterioridad á la muerte de García, acaecida en su convento de Baeza.
Lope prosigue su narración, añadiendo que Blanca sólo consintió á la fuerza en su casamiento, y que él, fruto de esta unión forzada, sufrió en su educación los efectos de ese enlace poco natural.
En seguida se informó de la salud de Maurescamp, añadiendo: No sé por qué os lo pregunto, no hay sino mirarlo... su salud es admirable. ¡Es un hombre magnífico... magnífico! Da gusto ver un hombre así... ¿Y vuestro hijo? preguntó Juana . ¿Cómo está? ¿Mi hijo?... ¡Ah! él es otra cosa... delicado de naturaleza... ya sabéis, artista, pero en fin, ¡sino fuera más que eso!
Gallardo, al oírle, sintió que el pasado venía de golpe a su memoria, y reparó el olvido añadiendo tras el nombre: «rico minero de Bilbao». Luego presentó al «famoso doctor Ruiz»; y los dos hombres, como si se conociesen toda la vida, unidos por el entusiasmo de la común afición, comenzaron a charlar sobre el ganado de la tarde.
Dice Millán que al otro día de salir yo de Madrid la mandó recado al convento, participándola dónde estaba mi padre, por si quería ir a verle, añadiendo que el pobre no hacía más que preguntar por ella: mamá repuso que ya se había curado de cosas terrenales y que no tenía más familia que Cristo y su divina Madre, pero que no se olvidaría de nosotros en sus oraciones.
En este libro memorable habla su autor de su odio á las aves nocturnas y de la libertad que dió al loro que una prima suya tenía encerrado en una jaula; y asegura que los pájaros sostienen entre sí largas conversaciones, y que él mismo había aprendido el arte de entenderse con ellos; añadiendo otros muchos pormenores donosos á propósito del severo proceso que las aves incoaron contra él, y del que salió libre y sano merced á la bondadosa intervención de cierta urraca amiga suya.
Cuando los dos estuvieran listos, él daría la voz de «¡Fuego!», añadiendo: «¡Uno... dos... tres!». En el espacio comprendido entre estos tres números debían disparar. El que hiciese fuego antes o después, «quedaría descalificado... sería un felón, un miserable... y el menosprecio de todo el mundo que tiene honor caería sobre él, persiguiéndolo durante toda su existencia. ¡Terrible Maltrana!
Palabra del Dia
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