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Actualizado: 26 de junio de 2025
A pesar de la inferioridad de número y de posición de nuestras tropas, todo anunciaba que se iba a trabar un combate tan encarnizado como el primero, y los valerosos paisanos, lo mismo que los soldados de línea, ardían en generoso anhelo de morir, si era preciso, por rematar con una épica tarde la mañana gloriosa. Pero la Providencia, como he dicho, estaba de nuestra parte.
Es posible que estos apologistas pagados hayan exagerado mucho sus hechos de armas, y es posible tambien que se haya perpetuado por la pluma de alguno de los cuarenta parásitos que le siguieron á la guerra de Cataluña, y cuyos nombres nos conserva Al-Makkarí, la accion siguiente, que tiene en verdad demasiado de épica, y que no recordamos haber leido en ninguno de nuestros historiadores.
En la épica hallamos una serie de ensayos que comprenden el período anterior, y dan testimonio de las tentativas de los españoles para poseer una poesía épica nacional . La verdad es, sin embargo, que ninguna de estas obras consiguió plenamente su objeto.
Desde entonces, así los que compusieron los prólogos, introducciones y notas á los varios autores que publicó Rivadeneyra, como otros eruditos que tal vez han venido después, y entre los que descuellan Menéndez y Pelayo, Adolfo de Castro, Laverde y Canalejas, han ido juzgando y estimando en lo que se debe nuestra amena literatura, poesía lírica y épica, novelas y teatro, y hasta nuestros historiadores, filósofos y demás hombres de ciencia.
Si Lope sabe sentir y apreciar la épica española y hace de su teatro como una continuación del romancero, no es menos asombroso su sentimiento de la lírica popular. "Su corazón dice el señor Pidal en la obra citada ha permanecido siempre abierto a la inspiración ingenua y ruda de los humildes: los cantos populares despiertan en él el eco fiel y armonioso de la poesía más profunda."
La Nueva Revista había publicado ya un interesante artículo de D. José Caicedo Rojas, sobre la poesía épica americana y sobre todo colombiana ; un importante y cruditísimo estudio de D. Salvador Camacho Roldán, sobre la poesía colombiana, a propósito de Gregorio Gutiérrez González ; y finalmente un notable juicio de D. Adriano Páez, sobre José David Guarin . En esos artículos se entrevé la riquísima y fecunda vida intelectual de aquel pueblo; pasan ante los ojos atónitos del lector centenares de poetas, literatos, historiadores, críticos, etc.; se descubre una producción asombrosa, una plétora verdadera de diarios, periódicos, folletos y libros.
El movimiento estenocista ha servido para destruir esta épica leyenda. Los negros orientales, los legendarios negros del indomable Oriente, no han dado muestras, en esta ocasión al menos, de su decantado valor.
Otros hay que hacen una comedia de una corónica entera.» Más adelante, en la misma obra, se expresa de este modo: «Los poetas extranjeros, digo, los que son de algún nombre, estudian el arte poética, y saben por ella los preceptos y observaciones que se guardan en la épica, en la trágica, en la cómica, en la lírica y en otras poesías menores.
Así lo atestiguan las esculturas y las pinturas que en la Alhambra se conservan. Poesía dramática no tuvieron nunca. Algo de poesía épica ó narrativa puede decirse qué tuvieron, si bien no tuvieron nada que, ni remotamente, pudiera compararse, no digamos ya al antiquísimo poema del Cid, pero ni á las leyendas de santos de Gonzalo de Berceo.
Los más acertados, en nuestro sentir, fueron aquellos que, prescindiendo de la epopeya grande y completa, donde todo se quiere explicar o representar, redujeron la poesía épica a menores proporciones, y eligieron por héroes y asuntos de la narración, no lo fundamental, sino lo derivado del fundamento; no el misterio religioso y dogmático, sino algún prodigio que realza el misterio; no la religión o el mito, sino la leyenda o el cuento.
Palabra del Dia
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